Redacción Gestión

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El Economista de MéxicoRed Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)

Está claro que la única manera de hacerlo es generar un excedente; es decir, hacer que nuestros ingresos sean mayores que nuestros para así poder tener un ahorro potencial.

Es importantísimo tener claro que esto se puede lograr de dos maneras: ampliar nuestro ingreso o bien reducir nuestros gastos para vivir dentro de nuestras posibilidades.

Muchas personas cuando llegan al final de la quincena o del mes se quedan sin dinero. Todos hemos escuchado la expresión "no sé ni cómo se me fue el dinero"; incluso es muy probable que más de una vez la hayamos dicho.

En ese sentido, debemos tratar de cambiar un poco el es decir, entender que nosotros somos los que tomamos decisiones sobre cómo gastar nuestro dinero.

En otras palabras, nosotros somos el jefe y debemos asumir ese papel; somos los que debemos dirigir nuestro dinero para destinarlo según nuestras prioridades.La herramienta que nos permite hacer esto es precisamente el , pero de una manera distinta a la que estamos acostumbrados. El monto de ahorro que queremos destinar a cada una de nuestras metas se debe considerar como una factura por pagar, la primera y más importante.

En este sentido, tan pronto como recibimos nuestro sueldo debemos separar la parte correspondiente a nuestras metas y . Luego lo que necesitamos para pagar la renta o hipoteca, la luz, la comida y demás cosas que necesitamos para vivir. Y finalmente, lo que sobre es lo que nos queda para diversiones y otros gastos que no son fijos.

Sin embargo, no debemos olvidar nuestro patrón de gastos. Mucha gente comete el error de hacer un presupuesto limitando o eliminando completamente el gasto en cosas pequeñas que muchas veces disfrutamos.

No se trata de eso. Debemos verlo como un plan de gasto. Como ya mencionamos, nosotros tenemos que mantener el control de nuestro dinero y decirle a éste en qué queremos que se ocupe. Se trata, simplemente, de tener un orden.

De esta manera, si se nos presenta una oportunidad para adquirir un bien, podemos ver claramente si nos alcanza para comprarlo y en caso contrario podremos ver qué otras metas tendríamos que sacrificar para adquirir ese bien.

¿Estamos dispuestos a sacrificarlas o no?Un presupuesto nos da esa libertad, porque al ser un plan de gastos podemos modificarlo en cualquier momento.

A veces también las personas creen que un presupuesto debe seguirse al pie de la letra (un tip: no es posible porque siempre vienen cosas que no podemos prever).

En realidad no es así: en la vida lo único constante es el y muchas veces podemos encontrarnos en situaciones en las que tenemos que tomar decisiones.

Pues bien, un presupuesto, cuando se hace bien, es precisamente una herramienta que nos puede ayudar a que esa toma de decisiones sea más fácil.Desde luego, para que un presupuesto funcione, tenemos que seguir estas tres reglas sencillas:

1. Hacer un plan base, tomando en cuenta nuestro propio patrón de gastos, pero también nuestras prioridades. Nuestras metas financieras son lo primero y más importante, después vienen los gastos fijos necesarios para vivir, y después las diversiones y otros gastos discrecionales.

2. Tomar en cuenta los gastos irregulares que se dan durante el año (por ejemplo, Predial, inscripciones a escuelas, vacaciones, entre otros) y guardar una cantidad fija al mes para que, al momento en que se nos presenten, no nos causen un desequilibrio.

3. Un presupuesto no debe ser rígido, sino flexible. No es estático, es dinámico. Si necesitamos gastar un poco de más en cierta categoría, no pasa nada, siempre y cuando podamos compensar con otras. Pero si además este mes nos pasamos un poquito, por cualquier situación, descontemos eso del ingreso disponible del mes siguiente para entonces, de la misma forma, compensar y seguir adelante.

Crédito: Joan Lanzagorta

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