Víctor Rímac es un hombre acostumbrado a mirar desde lo alto, pero esto no tiene nada que ver con su talla y menos con una cuestión de narcisismo. Este huaracino de nacimiento descubrió a los 14 años su pasión por la escalada y el montañismo. Desde ese entonces, no ha parado de subir cuanta cima se ponga en su delante. “Soy el primer peruano en subir el Everest sin oxígeno suplementario”, dice orgulloso.
Desde el 2014, Rímac se adentró en el llamado proyecto Ochomil. “Consiste en ascender las 14 montañas más altas que se encuentran en las cordilleras del Himalaya”, cuenta el alpinista, quien descendió de su última montaña, Makalu, ubicada a 8,463 msnm en Nepal, en el mes de mayo.
Durante estos ocho años, Rímac ha podido realizar seis ‘ochomil’ sin oxígeno adicional. El próximo año planea hacer dos más, con lo cual le restarían seis para convertirse en el segundo latinoamericano en completar la hazaña, después del ecuatoriano Iván Vallejo.
Auspicios
De acuerdo con el montañista, una expedición por cada montaña puede costar entre US$ 40 mil y US$ 50 mil entre pasajes, estadía, alimentación y equipos. El deportista trata de financiar esto mediante auspicios (tiene cuatro en total) y su propio trabajo como guía de montaña profesional en Huaraz.
De hecho, su primer auspicio (Latam), que lo acompaña hasta ahora, surgió a raíz de su labor como instructor de montaña. Un importante ejecutivo de esa empresa contrató sus servicios como guía en Huaraz en 2012, quedó impresionado con su trabajo y luego lo animó a seguir aprendiendo en otros lugares sobre alpinismo.
Además de la aerolínea, Rímac cuenta como auspiciadores con Elite Exped, Andes Outdoor y Asociación de Guía de Monta-ña del Perú (AGMP).
El miedo y el empuje
Rímac sostiene que dar dos o tres pasos por el Everest es como estar en la Luna. ¿Qué motiva a un hombre a dejar de tener los pies en la tierra para preferir contemplar la vida desde las alturas? “A veces me pregunto qué estoy haciendo, por qué estoy aquí”, dice Rímac. “Pero el montañismo me brindó una oportunidad de vida”, reflexiona.
Y es que, para el deportista, crecer en una familia disfuncional tiene la respuesta a que cada cierto tiempo tome la mochila y se encamine hacia la montaña más cercana. “Mi padre era alcohólico, mi madre tenía muchos hijos; y yo vivía sin control, era el típico niño problema. Pensar en conseguir algo era casi imposible”, recuerda.
Pero un día uno de sus hermanos lo metió a un curso de escalada y algo cambió. “El hecho de hacerme cargo de mi propia vida en la montaña me enseñó que es difícil conseguir algo que te propones. Así que me volví a encaminar bajo esa mirada. Cada vez que estoy escalando y las cosas se complican, me digo: tú estuviste abajo, tú sabes cómo es estar abajo. Y eso me llena de fortaleza”, detalla.
¿Y hay miedo? Siempre, responde Víctor. “Tantas personas mueren estando arriba que la verdadera cima es poder bajar pa-ra estar nuevamente con tu familia”.
Por ello, el montañista quisiera cumplir su objetivo de subir los 14 ochomiles y luego dedicarse a escalar montañas por pasión, dictar conferencias tal como también lo hace ahora y dejar un le-gado, una enseñanza a las nuevas generaciones de alpinistas peruanos.
En corto
- Logros conseguidos hasta ahora. Hasta ahora, el montañista Víctor Rímac ha podido subir las montañas de Dhaulagiri (Nepal) de 8,167 de altitud; Manaslu (Nepal) de 8,163 de altitud; Cho Oyu (Tíbet/Nepal) 8,201 de altitud; Everest (Tíbet/Nepal) de 8,848 de altitud; Lhotse (Nepal) de 8,516 de altitud, y Makalu, 8,463 de altitud.