Sus trajes de tres piezas y camisas de cuello blanco almidonado en los que solía enfundarse desde la década de los de sesenta le otorgaban una singular notoriedad. Fue, no obstante, su pluma la que lo convirtió en uno de los padres del Nuevo Periodismo (esa corriente periodística que se nutría de la riqueza de la literatura sin abandonar el rigor ni veracidad de los hechos).

ha muerto a los 87 años en Nueva York y, según ABC, ha pasado a la historia como símbolo de una época que se ha ido: la del periodismo reposado, la de salir en busca de una buena historia y tener tiempo para profundizar en ella.

El escritor nacido en Richmond (Virginia), que encarnó la sátira hiperbólica y el realismo feroz, ostentó una narrativa fiel a los hechos, sujeta al reporterismo y la crónica.

Wolfe halló así el camino para profundizar sobre aquellos temas de los que los medios convencionales observaban apenas la superficie. Según un recuento de El Mundo, el periodista ha hablado de la izquierda y sus incapacidades (La izquierda exquisita), de un arte contemporáneo que linda a veces con una tomadura de pelo (¿Quién teme al Bauhaus feroz?) hasta del narcicismo de los 80 (La década púrpura).

Trampolín

Estos títulos le otorgaron sendos reconocimientos y, si bien pudo haberse mantenido en la comodidad de sus dominios sobre la no ficción, Wolfe se abrió un nuevo camino.

No fue hasta los 57 años en que decidió dar el salto al género de la novela que, como señaló años atrás a ABC, aterrizó más por accidente que por devoción. El resultado: una profunda sátira sobre las costumbres de la sociedad neoyorquina (“La hoguera de las vanidades”, una de sus obras emblema).

Lejos de apartarse de esa senda, el escritor publicó otras novelas entre 1998 y 2012. Ese mismo género que el propio Wolfe dio en su momento por muerto.

“La gente acusa a los escritores de no ficción de no atreverse a cruzar esa línea, que es la novela, es por eso que me dije ‘muy bien, vamos a probarlo’”, relató el escritor en una entrevista al medio español. Sin embargo Wolfe nunca perdió su esencia. “Cuando se critica a mis novelas por ser demasiado periodísticas, yo digo que no lo son lo suficiente”, declaró hace ya cuatro años a Icon (El País). “No quiero minimizar mi trabajo literario, pero lo primero que me considero es periodista”, remató entonces.

El “experimento” le resultó favorable. Solo por “Bloody Miami”, que hace hincapié en la teoría de la evolución, recibió un adelanto de US$ 6.5 mlls. Eso es casi US$ 9,470 por cada una de sus más de 600 páginas.

“Volver a lo analógico”

Wolfe fue, ante todo, un hombre sin tapujos. En algún momento declaró que uno de los efectivos negativos que tuvo el Nuevo Periodismo en la profesión fue “el abuso de la primera persona del singular”. Sin embargo mostraba mayores reparos cuando era consultado sobre la tecnología digital y sus consecuencias.

¿Cómo se las arreglaría el Tom Wolfe periodista en la actualidad?, le preguntaron alguna vez. “Cada vez es más difícil, cuesta más hacerse un nombre. ¿Sabría decirme el nombre de los cinco mejores escritores de blogs? Ahí está la respuesta”.

De hecho apenas un año después del escándalo de intercepción de la NSA, el autor declaró que la historia de Edward Snowden era maravillosa para el periodismo. Dijo que en ese caso hubiera intentado acercarse al analista, a sus amigos, averiguar sus verdaderas motivaciones.

“No nos podemos imaginar la cantidad de datos que manejan esos sistemas. Llegará un día en que no nos podamos sentar en un salón como ahora sin que nadie nos escuche”, dijo Wolfe en una entrevista a El País. “¿Sabe qué deberíamos hacer? ¡Volver a lo analógico! Así de simple ¡Ya verá cómo lo agradecerá!”, puntualizó en 2014 el hombre que acaba de convertirse en leyenda.