“[David] Bowie no puede ser explicado, pero puede ser experimentado”. Esta frase de Brett Morgen, director del documental “Moonage Daydream” (2022), sobre la vida y obra del artista, no es una declaración a la ligera de su parte. En realidad, contiene el peso de un testimonio.
El proceso de realización del film tomó cinco años en total: dos de screening, dos de edición y uno para escribirlo. Además, el cineasta utilizó, en la medida de lo posible, las metodologías que Bowie usó para crear su arte. Así, si alguien sabe cómo experimentar a Bowie, definitivamente es Morgen.
“Sentí que me ahogaba la mayor parte del tiempo”, dijo a Letterboxd sobre el sacrificio de sacar adelante este proyecto. Es una película que lo consumió.
El documental abarca cinco décadas de producción musical que rompe con la narrativa tradicional del género y logra lo impensable: hacer sentir a quien lo ve que es el mismo Bowie el que lo guía por sus distintas etapas y evoluciones.
Más que delimitar la obra de David Bowie, con “Moonage Daydream” Morgen consigue encontrar un hilo narrativo en su vida. La influencia de su familia, el impacto en su vida tras conocer el libro “On The Road” y las técnicas de William Burroughs, el abordaje del aislamiento como un tema recurrente, su “escape” a Berlín, su experimentación con las artes plásticas y su inseguridad para mostrar sus pinturas.
También el dilema de hacer música más comercial (y la reflexión posterior) a mediados de la década de los 80. (“Puedo entretener muy bien y ya no me resulta incómodo haber llegado a esa conclusión”, dice Bowie. “Aunque tuve mucho éxito, no hubo crecimiento en absoluto”, se le escucha decir luego). Además de la inminencia de la muerte y su trabajo final.
“Moonage Daydream”, en sus palabras, está diseñado para sentirse como un sueño tecnicolor. Seiscientas horas de trabajo dándole color a los cuadros y diseñando una paleta específica consiguen este efecto, por ratos lisérgico. Podría decirse que el documental, en sí, está cohesionado por los matices.
La banda sonora, por su parte, complementa las ausencias visuales explícitas y sitúa temporalmente a quien ya conoce la obra de Bowie. Tal vez no es evidente para los no iniciados, pero este documental es retador en sí mismo.
Versiones inéditas, canciones en vivo y remixes ideados para el film logran sintetizar con éxito lo más relevante de la obra de Bowie. ¿Hay carencias? Por supuesto. Pero pasan a un segundo plano ante la ambición cumplida. Y es que se trata de un caso atípico, pues no es común que la banda sonora de una película pueda estar a la altura o, en algunos casos, superar las mejores antologías de un artista.