La pandemia de COVID-19 ha impactado de tal manera la vida de las personas que ha provocado una sacudida financiera similar a una crisis de la mediana edad.
Vea el caso de Stacy Small, de 51 años de edad. El rentable negocio de viajes de alta gama de esta residente de Maui le había permitido comprar la casa de playa de sus sueños y conducir un Porsche Cayenne. El 20 de marzo, se vio obligada a cancelar un año de reservas, diciendo adiós a cientos de miles de dólares en ingresos.
En una semana, cortó lazos con 28 contratistas independientes. Casi al mismo tiempo, tres amigos cercanos fueron diagnosticados con cáncer en fase 4, y otros luchaban contra el COVID.
Después, el 21 de abril, tuvo un accidente automovilístico casi mortal. “El COVID mató el negocio de viajes que pasé 15 años construyendo”, dijo. “El accidente de coche podría haberme matado. Realmente fue una llamada de atención para hacer muchos cambios enormes”.
No tuvo otra opción que vender su casa en septiembre. Dejó de concentrarse en ganar dinero y comenzó a enfocarse en su bienestar emocional. Como parte del proceso de sanación, comenzó a hornear galletas.
Desde entonces, lo ha convertido en un negocio, Stacy Maui Cookies, e invirtió US$ 50,000 de su propio dinero, junto con un inversor/socio y un “compromiso bastante significativo” para un acuerdo de licencia con una franquicia de alimentos saludables de rápido crecimiento.
“Ahora estoy viviendo una versión mucho más simple y feliz de la vida”, dijo. “Alquilar una hermosa casa con vista al mar y conducir un jeep”.
Lo que le sucedió a Small fue lo que algunos tradicionalmente han considerado una crisis de mediana edad. Según la percepción pública, esto lleva a que los hombres compren autos deportivos y tengan aventuras amorosas, pero a menudo la reacción es más apagada.
Debido a los problemas de salud, cambios de perspectivas o la pérdida de empleos, las personas comienzan a cuestionar sus elecciones de vida y reflexionan sobre la idea de que nadie es inmortal.
Y si bien el fenómeno se asocia con personas de entre 35 y 50 años, los psicólogos dicen que no está vinculado a una edad, sino simplemente a una sacudida similar a la que ha generado la pandemia.
“Algunos de nosotros fuimos a ciertos campos de trabajo porque sentíamos que serían más seguros”, dijo la asesora financiera Amanda Clayman. “Dijimos, ‘haré algunos sacrificios respecto a lo emocionante y apasionado que seré con mi trabajo, porque será fiable y respaldará otros valores que son importantes. Y luego, cuando esa seguridad financiera desaparece, nos preguntamos, ‘¿por qué estoy haciendo esto en primer lugar? Ese no es el trato que hice’”.
Michael Woodcock, de 40 años, fue despedido de su cargo de gerente de recepción en una gran cadena hotelera en Boston a finales de marzo. Fue una llamada de atención desagradable.
“Cuando dijeron que estaban cesando a empleados, algunas personas se quedaron”, recuerda. “Comencé a pensar, ‘¿qué hice o no hice para no ser una de esas personas que continuaron?’”.
La pérdida de su trabajo, que le encantaba, le hizo cuestionar su elección profesional y su identidad, y si podría mantener a su esposa y su hija de 9 años en Beverly, Massachusetts. Tomó un trabajo entregando paquetes, refinanció su casa y gastó menos, mientras se apoyaba en el sueldo de su esposa.
El COVID-19 ha trastornado trayectorias profesionales, obligando a las personas a centrarse en otras áreas de la vida, tal vez por primera vez en años, dijo David H. Rosmarin, que tiene un doctorado y es profesor asistente de la Facultad de Medicina de Harvard y fundador del Centro para la Ansiedad, en Manhattan
“Tener más tiempo para dormir, para amigos y familiares o solo para pensar puede ser maravilloso si uno tiene una identidad fuera de su carrera”, dijo. “Pero puede ser un infierno si no la tiene”.