El cineasta peruano Henry Vallejo necesitó más de diez años para completar su último largometraje, “Manco Cápac”, una película sumamente minimalista que, sin artilugios, retrata la perseverancia de un joven que migra del campo a la ciudad y ha sido preseleccionada para representar a Perú en los premios Óscar.
Vallejo, natural de la sureña región de Puno, empezó a escribir el guion de esta cinta en el 2010 y se embarcó dos años después en un primer rodaje feroz, que se vio truncado por el abandono del actor principal y la falta de presupuesto.
En un primer momento, ese proyecto anclado en el afán de presentar un relato sobrio sin conflictos extremos, en el que reinara la estética minimalista y se prescindiera de todo sensacionalismo, parecía “imposible” para el propio director.
“¿Qué pasa si le quitas todo lo extremo, lo que casi siempre se utiliza en temática y estilo? Es bastante difícil. Era un reto personal, un riesgo grande, (pero) en el arte hay que correr riesgos (porque) sino no hay progreso ni en la estética ni en la historia”, declaró Vallejo días antes del estreno de “Manco Cápac” en el cine, donde llegará el próximo 9 de diciembre.
El filme, grabado íntegramente en Puno, en español y en quechua, narra la historia de Elisbán, un joven que llega a la ciudad con apenas S/ 2 y un chip de celular por una promesa de trabajo que nunca se cumple y, solo y sin dinero, intenta sobrevivir a las adversidades de una urbe que, mientras festeja los carnavales, lo ignora y agrede a cada paso.
“Es una historia social que no es ajena a ningún peruano y el tema central finalmente resulta ser la perseverancia, al igual que en el rodaje”, explicó el director, quien se propuso mostrar cómo “cualquier lugar en el mundo se vuelve hostil cuando no tienes dinero”.
La cinta buscaba también rendir “un homenaje a los incas” y por eso su título, “Manco Cápac”, alude a quien, según los cronistas de la época, fue el fundador de la primera dinastía inca, aunque Vallejo no quiso ofrecer más detalles por no revelar el filme.
Desde el arranque, la ambición del cineasta fue contar sin artilugios “algo que haga reflexionar” y escapar así del cine tradicional, que tachó de “bastante artificial y bastante vano, también”.
Por eso, la película, filmada en panavisión, tiene poco diálogo y prescinde de música incidental, con el transcurrir agitado de la vida cotidiana de la urbe y sus sonidos como fondo.
Además, la propuesta visual está planteada con planos secuencia en casi todas sus escenas, con movimientos de cámara que acompañan al protagonista y siguen su recorrido constante.
A estos retos, que no fueron pocos, se sumó la ardua labor de buscar actores en Puno, en donde “no existe un stock”, y sobre todo hallar quien interpretaría Eslibán, luego de que el actor principal abandonara el rodaje tras ganar una beca de estudios.
Le tomó tres años a Vallejo dar con Jesús Luque, quien finalmente dio vida al protagonista de su filme.
Fue de casualidad que ese joven, oriundo de una remota comunidad campesina de Puno, topó en el 2015 con el anuncio del casting en un poste, cuando compaginaba sus entrenamientos en una academia de fútbol con el trabajo que hacía con su tío en el sector de la construcción, según detalló él mismo.
Sin experiencia previa como actor, pero con una tímida inquietud desde pequeño de participar algún día de una “aventura similar” a las novelas del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que escuchaba por radio mientras pastaba ovejas en el campo, Luque se esforzó por representar con sensibilidad la “humildad y sencillez” de este personaje, que dice que es “todo lo contrario” a él.
Por esa interpretación, que marcó su carrera y lo empujó a cursar estudios en la Escuela de Arte Dramático de la capital peruana, el joven fue galardonado recientemente con el premio al mejor actor en el 24 Festival de Cine de Lima.