La mala noticia es que el trabajo perfecto no existe. La buena es que, a pesar de ello, es posible ser feliz en nuestra vida profesional si somos capaces de reinventarnos y dotar de valor cada día a un puesto, incluso aunque lo aborrezcamos.
Tu jefe, tus compañeros de trabajo; el sueldo que crees que mereces, las posibilidades de integrar tu vida profesional o el sentido que tiene tu empleo… Son factores que determinan el grado de satisfacción en tu empresa o en tu puesto y que, muchas veces, se convierten en realidades que chocan con el escenario ideal que nos forjamos acerca de lo que puede y debe ser un trabajo perfecto que no es de este mundo.
Para aterrizar ese ideal de empleo en el mundo real debes visualizarlo y reorganizarlo para que se adapte a ti. Aporta algunos toques personales que tengan que ver con la forma en la que ves y desempeñas tu puesto.
Si eres capaz de hacer algo que te guste cada día quizá puedas combatir el hastío de un trabajo que no te guste. Siempre habrá algo en él que te atraiga. Esto tiene que ver con quedarse con los aspectos positivos, rechazar a la gente negativa, los rumores y maledicencias.
Ocúpate de tu desarrollo individual y profesional. Tú eres quien más tiene que ganar con tu formación continua.
Comprométete sólo a aquello que puedas cumplir. Una de las causas de estrés e infelicidad laboral es fallar en un compromiso adquirido. Preocúpate de las consecuencias que implica fallar a la promesa dada. Haz lo que has dicho que vas a hacer. Promete menos y haz más.
Quizá en alguna ocasión te has visto obligado a comparar a tu jefe con los que tiene el resto; tu sueldo con lo que ganan tus familiares y amigos (incluso tus compañeros); o la forma en la que tu compañía se inmiscuye en tu vida personal… Y lo que ves no te gusta…
Dime qué jefe tienes y te diré cómo padecesQuien te manda, ¿también es de este mundo? ¿Se trata de un jefe estimulante, respetuoso, positivo, resolutivo, alentador o visionario?
La cuestión es si aprendes de él. Si es exigente y justo; si inspira e integra y, por encima de todo, si tiene valores. Lo ideal sería que atrajera talento basándose en su propia integridad personal.
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Analiza a tu jefe y piensa si su presencia garantiza el entusiasmo, si constituye un antídoto contra el estrés, la ineficacia generalizada y la fuga del talento; un seguro frente al desperdicio del potencial del grupo, y una garantía de que nadie quedará taponado y frustrado.
Hoy se demandan dirigentes con valores, no kamikazes, ni cortoplacistas, ni aquellos que impiden el desarrollo profesional, ni meros controladores. La gestión de los mejores ha saltado a otro nivel y hay que buscar y ofrecer al talento el entorno laboral que será capaz de captarlo, fidelizarlo y motivarlo.
Ya no hacen falta jefes que sean meros controladores o que ocupen puestos superiores sin un verdadero objeto, a menudo porque provienen de estructuras obsoletas. Se precisan líderes que ayuden, que aporten valor al equipo, que conjunten, motiven, coordinen y hagan triunfar al conjunto. Mandos útiles, y no una carga económica para la empresa, de escasa eficacia operativa y nula aportación a los resultados.
Si tienes un jefe tóxico que te hace la vida insoportable, tienes algunas opciones: aguantar estoicamente, tratar de cambiar a quien te manda, esperar a que se vaya o irte de la empresa.
Las organizaciones con estructuras despóticas no tienen cabida en el escenario empresarial actual, y cada vez más organizaciones prestan atención al ambiente de equipo que generan sus directivos, y miden esto cada año con encuestas de ambiente laboral en las que se pregunta si el jefe se preocupa por el desarrollo profesional; si ofrece tareas que ayuden a crecer; si sabe crear un buen ambiente en el equipo o si es accesible. La cuestión es si este es tu caso.
Y si el salario no te hace feliz…El concepto de felicidad guarda relación con la decisión de trabajar en una compañía de forma comprometida. Hay un denominador común cuando se analiza qué es lo que más valoran los empleados en una organización: por un lado está la flexibilidad horaria, teletrabajo, los medios que pone la empresa para la ayuda familiar; y luego está el desarrollo y las oportunidades de formación y crecimiento, que harán que más tarde la retribución sea mayor.
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Sin olvidar los aspectos culturales, que son más apreciados por los empleados que pertenecen a las generaciones jóvenes, y que tienen una forma diferente de entender la relación entre empleado y empleador.
Se tiende a preferir cada vez menos un buen sueldo que a tener un trabajo que a uno le haga feliz, y hay quien piensa que las jaulas de oro llevan a que el rendimiento de los empleados sea más bajo.
La moneda de cambio en el mercado del talento ha sido hasta ahora el salario. Talento a cambio de dinero. Y eso no funciona, porque cuanto más se ofrece, más quieren las personas. Dando más y más, la motivación y el compromiso no aumentan. No se trata de otorgar menos, sino de dar diferente.
No debes olvidar, además, que los expertos calculan que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo dura apenas tres meses. Así, el dinero no es nunca el principal factor motivador. De hecho, un estudio de la Universidad de Princeton, dirigido por Daniel Kahneman, asegura que a partir de unos ingresos anuales de 75.000 dólares no hay mayores consecuencias en términos de felicidad, estrés, disfrute o frustración.
¿De verdad sabes venderte o eres invisible?Saber venderse es saber moverse por la empresa para conseguir lo que uno quiere, e implica influir. Es necesario crear grupos de relación en tu propia organización.
Es necesario tener claro cuáles son los éxitos de cada uno. Y hay que dominar la habilidad para transmitirlo sutil pero claramente. Muchas personas muestran una gran resistencia a hacerlo. Se trata de algo cultural y que lleva a que esté mal visto dedicarse a las propias alabanzas.
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Hay gente que se dedica a hacer política en su trabajo. Su actividad principal es salir en la foto y muestra una gran habilidad para ello. Si piensas en el trabajo y en la empresa ideal, quizá tus ideas sobre saber venderte y ser reconocido por lo que vales choquen con el hecho de que muchas organizaciones no sólo aceptan esta habilidad política de salir en la foto, sino que lo recompensan. Dicen premiar los logros, pero quien consigue promocionar es un tipo de personas que no suele lograr casi nada.
En casi todas las compañías del mundo hay empleados muy fiables, a los que sus capacidades y virtudes no sirven de casi nada, porque son prácticamente invisibles.
Tomar conciencia de que uno es prescindible no resulta agradable. Todos lo somos aunque, eso sí, unos más que otros. A pesar de que éste es un temor inevitable, no debe obsesionarte, pero sí ponerle remedio.
Es bueno hacer networking y también lo es comunicar lo que uno hace. Eso facilita la promoción en la empresa. El primer paso es tener muy claro que la construcción de una marca personal sólida no tiene que ver con decir a la gente lo bueno que uno es, sino que está relacionado con mostrar a los demás lo grande que es uno. El deber de un jefe es asegurarse que este es el tipo de gente que debe ser promovida en una compañía. Pero quizá en tu empresa esto no suceda…
Aun así, aquí tienes algunos consejos que pueden ayudarte a brillar adecuadamente: confía en ti. Cuenta tu historia. Ten siempre preparada la información acerca de quién eres y qué has hecho; sé auténtico, porque decir la verdad te llevará a ganarte la confianza y el respeto de los demás, y eso ayuda a construir una reputación sólida; trata de comprender qué le importa a tu jefe (sin ser pelota), y asegúrate de que quien manda es consciente de que tu trabajo implica resolverle problemas; y trata de aportar capacidades nuevas e inesperadas a tu actual ocupación.
Por si esto te parece poco, has de saber que para promocionar adecuadamente debes estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Tampoco está de más que tengas una visión de hacia dónde se quiere ir, abordando y planificando la evolución. Evita siempre el corto plazo.
Debes demostrar con hechos objetivos que estás preparado para un salto cualitativo. Nunca está de más recordar que debes ser un empleado ejemplar, respetado, con experiencia, habilidades y ética profesional. Esto no tiene nada que ver con los enchufes o cómo gestionar las apariencias.
Y un último consejo: procura no parecer demasiado indispensable en tu puesto actual. Si das una imagen de demasiado insustituible, corres el riesgo de permanecer en tu posición para siempre.
El sueño de la eficacia frente a la multitarea banalEn ese empleo ideal que deseas, tú estarías haciendo el mejor uso posible de tu tiempo. En ningún caso tu jornada laboral podría irse en actividades de bajo valor que además no requieren un excesivo grado de experiencia, formación o competencia. Y tu organización jamás quedaría empantanada en tareas que hay que hacer sí o sí, y que son auténticos males necesarios que causan a profesionales y directivos pérdidas de tiempo o interrupciones que fragmentan y complican el día a día de la compañía.
La realidad es que en demasiadas organizaciones se da un caldo de cultivo favorable para aquellos que invierten su jornada laboral en tareas inútiles sin valor. En apariencia están atareados en algo importante pero son todo lo contrario a la eficacia.
Empresas-secta y dedicación obligatoria¿Trabajas en la típica empresa-secta? Quizá estás cansado de fiestas, reuniones, u obligaciones de trabajo que no distinguen fines de semana de días laborables y eso te hace padecer la indefinición y confusión entre la esfera personal y la laboral. O lo que es peor: la marginación profesional si no sigues los eventos y actividades extraordinarias que tu empresa impone fuera del horario de trabajo. El problema surge sobre todo cuando se trata de una dedicación extraordinaria de carácter obligatorio.
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¿Puede exigirte tu compañía una dedicación absoluta? Lo cierto es que las leyes y reglas que regulan la relación entre empleado y empleador no han cambiado, a pesar de que ésta haya evolucionado notablemente. Por eso lo natural no es que la organización pueda pedir ese tipo de cosas, sino que la persona decida hacerlo. Es una elección de trabajo, antes que una obligación. He aquí otro factor que puede definir el trabajo ideal.
Verse obligado a tomar parte de estas tareas extraordinarias tiene su origen, en gran medida, en la situación actual del mercado laboral. En muchos casos, se ha instalado el miedo a perder el puesto o a no encontrar uno nuevo, y todo esto provoca resignación y sumisión.
El trabajo era un lugar al que se iba a realizar unas determinadas tareas durante un tiempo establecido. Pero la actual economía de servicios lo ha convertido en algo más: se trata de un estado, una actividad, una acción…es algo dinámico. Las reglas han cambiado y la línea entre la vida profesional y personal es mucho más difusa.
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