Gigio Aranda es el rostro de un equipo de ocho guionistas que escriben una de las series con más audiencia en el Perú: “Al Fondo Hay Sitio” (AFHS, en adelante). Clichés y estereotipos llevados a la ficción, pero que bien dibujan a la sociedad peruana, volvieron a la pantalla chica ayer tras estrenarse la novena temporada luego de seis años de ausencia.
¿Por qué dices que Perú necesitaba que vuelva “AFHS”?
Me gustó la unión familiar que logramos frente a un televisor. Así que volveremos a reírnos dejando de lado los teléfonos y vamos a regresar a eso que hacíamos hace años.
¿Qué tienen en común “1000 oficios”, “Así es la vida”, “De vuelta al barrio” y “AFHS” como fórmula?
Ese retrato clasemediero de barrios divertidos. Todos tienen en común dos cosas: “La vecindad del Chavo”, que se me quedó en la médula, y una novela que fue muy importante: “Nino”. Eran sobre barrios donde cada familia era un universo. Por eso estas series son hijos de todo lo que me pasó por la cabeza cuando las veía. Podemos aprovechar un barrio y convertirlo en un cosmos que te da historias para siempre. Además, con todo lo que sucede en Perú, podríamos escribir una tragicomedia.
¿Esa es la clave del éxito?
Haberlo transmitido al resto de guionistas, y hacer que mucha más gente, desde la producción hasta la posproducción, entiendan lo que queremos contar. Somos 100 personas detrás de cámaras. No te imaginas la cantidad de chistes que salen detrás de cámaras, que aporta un camarógrafo o Ramón, de vestuario.
¿Y cómo era su barrio?
Tranquilo. Hasta los 9 años viví en San Miguel. No soy necesariamente un tipo con mucha esquina ni calle, pero he mataperreado con mucha gente que sí la tenía. Te metías a casa ajena y te quedabas ahí horas. Luego viví en Chaclacayo hasta los 20, era un barrio más al estilo de Kevin Arnold de “Los años maravillosos”.
¿Dónde capturas más la diferencia de clases entonces?
A lo mejor de la Universidad de Lima. Ese enfrentamiento ‘Maldini-González’ es un cliché que todo el mundo entiende y manejamos con todos los rencores y cercanías que implica. Los personajes salen de gente que conozco, entre parientes amigos que además les da risa cuando los encuentras en la calle y están seguros de que eso salió por algún primo o mamá suya, te lo señalan. En el país no buscamos la forma de aglutinar, sino de diferenciarnos.
¿Crees que hay más gente que ve “AFHS” de la que lo suele admitir?
No sabría decirte. Nosotros nos guiamos por la medición de audiencia. Imagino que sí, que no aceptaría ver esos programas de humor coloquial, popular, familiar que no se parece a la imagen que quieres proyectar de: Yo solo veo “Peaky Blinders”. Imagino que hay algo de eso. No me encuentro aún al que niega como Pedro a Cristo.
Pero basta con revisar los comentarios en redes de personas que se quejan del facilismo de la trama o del mismo uso de cámara. ¿Cómo se responde a eso?
Toda persona que anuncia un programa en TV nacional es más insultada por la gente que lo ve. No es por creernos la maravilla tampoco, podemos ser criticados y evaluados. Pero no presto atención al odio en redes. Me gustaba Facebook cuando me mostraba las fotos de la primera comunión o el lugar al que te fuiste de vacaciones.
¿Qué tan pendiente está del rating?
No nos ha pasado con “AFHS” porque tuvimos una audiencia muy buena desde el comienzo. El disparo a Peter jamás se nos habría ocurrido que llegaría tanto en audiencia, sino, bajo mi curso de lógica, habría dicho: “Metamos un disparo cada 15 capítulos a un personaje querido”. No sé si esta vez nos volveremos escritores esclavos del rating, pero no lo hemos sido por ocho años. Nos dicta el corazón, aunque suene huachafo.