Silvia Ponce solía prender la radio de niña y escuchar un pequeño programa sobre los avances de la ciencia y los recientes inventos. Al terminar, acudía donde sus padres para preguntarles lo mismo de siempre: “¿Cómo hago para ser científica?”.
“Estudia lo que más te guste y dedícate a eso”, le repetían también. Así que cuando conoció la química, microscopios y libros de ciencias llegaban a menudo a casa como regalo.
“Mis padres veían que algo me interesaba y me lo compraban como una forma de incentivarme”, cuenta la doctora en Química.
Entre su grupo de amigos, sin embargo, era la única que tenía reactivos químicos en su casa y que se pasaba los recreos de los últimos años de secundaria en un laboratorio haciendo experimentos que algunas veces terminaban en pequeños accidentes. “No era normal creo”, dice en tono gracioso.
Pero lo que siempre soñó Ponce fue crear proyectos que impacten en la sociedad, transformar desechos en plásticos degradables o que sirvan para hacer prótesis.
EL CAMINO ACADÉMICO
Por eso estudió Química en la UNMSM y luego un doctorado en España sobre catálisis. “Regresé a Perú, trabajé en la Facultad de Ciencias de la UNI y luego me fui a Alemania”, cuenta.
Al regresar y casarse, sus pasos se concentraron en universidades. Trabajó en la PUCP y actualmente en la Universidad de Lima, donde ejerce como investigadora.
Allí trabaja en proyectos relacionados con el tratamiento de aguas. Su esposo trabajaba en temas vinculados a la contaminación del agua, y cuando ella ingresó a la U. de Lima conoció al profesor Quino, quien trabajaba en estudios para las mineras.
Así fue como nació el interés por la remoción de metales pesados como el arsénico, plomo, cobre y zinc del agua.
Y ya no solo buscaban hacerlo con materiales eficientes, sino que querían que sean también ecoamigables.
EL PROYECTO
Perú es un país que alberga un montón de residuos agrícolas y de la acuicultura, explica Ponce. Por ejemplo, de las conchas de abanicos que se exportan, quedan las valvas regadas en las playas del Norte.
Se trata de un material muy resistente que, al degradarse simulan ser piedras. Asimismo, la cabeza de los langostinos que se venden en restaurantes y supermercados, terminan en botaderos de basura en las playas.
Ponce junto a ingenieros industriales decidieron aprovecharlos para hacer materiales que sean capaces de remover los contaminantes del agua.
La finalidad es ayudar a piscigranjas. “Hemos medido la contaminación que tienen estas pozas donde crían a las truchas. Mis alumnos visitaron cinco que desvían el agua del río Mantaro y en todas pasa lo mismo: altos valores de metales pesados” destaca la científica que señala a la minería como fuente de contaminación de este tipo.
ESPERANZA
El proyecto ganó el Concurso Nacional de Invenciones 2021, organizado por Indecopi. Y Silvia Ponce, investigadora del Instituto de Investigación Científica (IDIC) de la Universidad de Lima, se coloca entre las científicas más sobresalientes del país al recibir la medalla de reconocimiento de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI).
A pesar del reconocimiento, Ponce solo espera que el proyecto no se quede en una patente, sino que escale e interese a una empresa. Así, se hablaría de verdadero impacto.