André Agurto
Durante Semana Santa, un 17% de limeños decidió viajar al interior del país, a pesar de las restricciones de inmovilidad. Lo hicieron uno o varios días antes para poder eludir la inmovilización, según un estudio de la consultora Opino.
De igual forma, se ha vuelto común ver en los noticieros operativos policiales en fiestas covid y distintas actividades de esparcimiento durante horas de toque de queda.
¿Puede más un rato de diversión que la posibilidad de contagiar a otros o a uno mismo? ¿Qué pasa por la mente de alguien que, a pesar de las muertes que causa un virus, busca el placer?
Dos sicoanalistas ensayan varias respuestas a estos comportamientos.
Entre la negación y la renegación
“En realidad, esto es algo que hacemos con pandemia o sin pandemia, solo que ahora es más evidente”, señala Adela Escardó, secretaria científica de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. “Las personas desarrollamos mecanismos de ansiedad muy primitivos desde el comienzo de nuestras vidas frente al peligro. En ese sentido, la pandemia es uno de los grandes peligros que causa, en primer lugar, que la gente la niegue”, añade.
Es como saber que hay algo delante de ti pero eliges no verlo, según la sicoanalista. “En la vida, a veces, una cuota de negación es necesaria. Por ejemplo, todos sabemos que nos dirigimos hacia la muerte, pero una cuota de negación nos ayuda a seguir viviendo, viajando, divirtiéndonos. Con estas personas sucede lo mismo. Pero aquí la evidencia es grosera, pues todos los días ven las noticias, las cifras del Sinadef, que todo es enfermedad y muerte”, explica.
Para Giuliana Rivera, sicoanalista de Totem & Taboo, hay otro tipo de personas que en estos casos no emplean la negación, sino la renegación. “Saben que existe la pandemia, pero igual se ponen en situación de riesgo y van a reuniones, a fiestas o de viaje”, indica.
Otra arista en el comportamiento renegacionista tiene que ver con la transgresión a las normas, de acuerdo con Rivera. “Suelen decirse: ‘Si otros lo hacen, ¿por qué yo no?, ¿por qué tengo que quedarme en mi casa después de un año?’” .
Sin respeto por la autoridad
Ambos tipos, el negacionista y el renegacionista, comparten una cosa en común: la desconfianza y el irrespeto a la autoridad.
“Nosotros, los peruanos, somos indisciplinados, no tenemos respeto a la autoridad ni a las instituciones. Y es una dificultad que viene desde la Colonia por no poder pensar en un nosotros, en el bien común”, sostiene Escardó.
Rivera concuerda. “Una gran proporción de peruanos son transgresores y egocéntricos. Buscan cómo satisfacer su propio placer sin importarle el otro, el cómo sacarle la vuelta a la ley, ser más criollos. Es algo que nos caracteriza”.
Escardó manifiesta que desde tiempos coloniales no nos sentimos representados y mantenemos una gran desconfianza hacia una autoridad que, además, “nos ha demostrado que jala siempre para su molino”, acota.
“Otra cosa primitiva es que, en lugar de ver cómo hacemos para combatir la pandemia, buscamos culpar a otro. Y el otro, en este caso, viene a ser la autoridad. Pobre del peruano que se atreva a ponerse como autoridad en la actualidad: se le va a derribar y destituir”, afirma Adela Escardó.
“El peruano es individualista, sí, pero cuando tiene que transgredir normas, sí trabaja en grupo y sí hay un fenómeno de masas”, apunta Rivera.