Claudia Puig, gerente general de Liderman, se disfraza de mimo en los eventos de integración para reforzar la cultura horizontal de la empresa.
Cuando inició su carrera en el rubro de seguridad, lo hizo en el puesto de practicante y, hasta hace cerca de dos años, no imaginó que acabaría ocupando la gerencia.
¿Qué aprendió a lo largo de estos años?
A estar siempre actualizada, estudiar y mirar novedades. Tener presente el trabajo en equipo, la comunicación, la ética y los valores. Estar cerca del equipo, porque al final es el soporte de la compañía. Es un reto, pero ser mujer no es una limitante para desarrollarme.
¿Cuáles son las cualidades de un líder de su industria?
No hay que dejar de vista la familiaridad, la transparencia y la cercanía de los colaboradores. Esas características son las fundamentales. El servicio que brindamos es a través de los colaboradores. Ellos son nuestra primera cara frente al cliente y vivimos de ellos.
¿De qué manera está en contacto con los colaboradores?
Tenemos una política de puertas abiertas, muy abiertas (risas). Los más de 14,000 colaboradores tienen mi correo y WhatsApp si quieren contactarme. Es parte de la cultura que hemos venido reforzando.
¿De qué manera obtiene el feedback de ellos?
Hacemos reuniones. También encuestas basadas en Great Place to Work. Hemos ganado varios años este premio.
A su ingreso, ¿qué implementó en la cultura organizacional?
Existía el temor de que las cosas cambiarían cuando ingresé el año pasado. Hoy te dicen que está mejor. Hemos llegado a más colaboradores con el tema de la cultura basada en tres pilares.
¿Cuáles son?
Fidelizar al personal para reducir las tasa de rotación a menos del 30%, ofrecer una línea de carrera y adelantar el pago del sueldo días antes de quincena y fin de mes.
¿Cómo reforzó la cultura de horizontalidad?
Estoy en contacto directo, visitándolos. Hacemos reuniones de camaradería y desayunos de integración. Hace un par de meses me disfracé de mimo y las personas no me reconocían. Me contaron cosas como si fuera uno de ellos y entramos más en confianza. Me ayudó a corregirme y a proponer cosas nuevas que ellos necesitan.
¿Cómo es una jornada en la oficina?
Más o menos de ocho a ocho. A veces incluye fines de semana y por teléfono. Las demandas no son solo de los colaboradores, sino también por parte de los clientes. Es una empresa que administra riesgo, entonces se pueden presentar en cualquier momento.
¿Se considera workaholic?
(Risas) Sí. También voy al médico, salgo con amigas y tomo café. Pero lamentablemente, sí soy workaholic. Es que me gusta (mi trabajo), pero a veces reniego.
¿Por qué?
Si me llaman, tengo que atender porque puede ser una emergencia. A veces no lo es, pero ya contesté y tengo que prestarle atención al tema. Lo hago frecuentemente, estoy muy pegada al trabajo.
¿Le es difícil desconectarse durante sus vacaciones?
No. Últimamente delego. Siempre dejo que el equipo tome sus propias decisiones. Dejo un reemplazo. Estoy al pendiente, pero trato de desconectarme un poco. También necesito descansar para venir con las pilas recargadas.
¿Y qué actividades realiza fuera de la oficina?
Estoy con mi hijo sobre todo. Conversamos, revisamos sus temas, por ahí que salimos a caminar, leer, ver películas o las noticias.
¿A qué se hubiese dedicado si no estaría en esta industria?
A veces reniego y digo: “¿por qué no me dediqué a algo más tranquilo?”. De repente sería bailarina de ballet. Bailé por más de 10 años en la academia de Lucy Telge.
¿Imaginó que ascendería a su actual puesto?
No. Se fue dando, haciendo diferentes roles y comprometida con lo que hacía. Tuve la imagen de mi abuela muy marcada.
¿Cómo era ella?
Fue una de las primeras alcaldesas del Perú, en Ayacucho. Siempre la vi superactiva, en un rol de líder. Prácticamente ha sido un modelo.