Esta tecnología aún está lejos de restaurar conversaciones reales, señala Carolyn Gorham. Pero a su esposo le brinda “un mínimo de independencia”. (Foto: AFP)
Esta tecnología aún está lejos de restaurar conversaciones reales, señala Carolyn Gorham. Pero a su esposo le brinda “un mínimo de independencia”. (Foto: AFP)

”Espero que esto mejore la vida de otras personas”, dice Rodney Gorham sobre el que ya cambió su propia existencia, en un mensaje que ha escrito en una pantalla seleccionando las letras con los ojos y haciendo clic en las palabras con el pensamiento.

Hace unos años, este australiano de 63 años recibió un diagnóstico irremediable: padece la enfermedad de Charcot, una enfermedad neurodegenerativa que provoca una parálisis progresiva de los músculos respiratorios, tronco, brazos y piernas.

La no lo matará directamente, apunta su esposa, Carolyn Gorham, porque padece una forma extremadamente rara de la patología. “Así que puede vivir otros 20 años. Su cerebro funciona bien, pero ni siquiera puede rascarse la nariz”.

LEA TAMBIÉN: Implantes cerebrales: la carrera hacia el cíborg cobra impulso

Gracias al “stentrode”, un implante cerebral que la empresa estadounidense Synchron lleva dos años probando con pacientes, Rodney Gorham espera poder seguir por mucho tiempo consultando , viendo videos, enviando mensajes o incluso utilizando

Sin esta tecnología de punta, la vida de este exvendedor aficionado a los coches deportivos y los viajes “sería un infierno en la tierra. Pura y simple tortura”, resume su mujer.

El stentrode es un stent de ocho milímetros de diámetro que se inserta en el cerebro a través de la vena yugular para detectar actividad neuronal. Está conectado a una pequeña caja, que hace las veces de receptor y transmisor, ubicada debajo de la piel, a la altura del pecho.

“Medio segundo”

Por ahora, otra caja está pegada a su piel, junto con un pequeño servidor. Synchron aspira a obtener el acuerdo de las autoridades sanitarias el próximo año para comercializar el producto final, sin cables ni dispositivos externos.

Los ensayos clínicos han sido concluyentes pero falta aún, entre otras cosas, establecer un lenguaje universal de comandos informáticos para el pensamiento.

Para hacer clic, “los pacientes tienen que pensar en mover una parte de su cuerpo, como patear una pelota o cerrar el puño (...) Pero para los mismos movimientos, todos movilizan su cerebro de manera un poco diferente”, explica Tom Oxley, el fundador de Synchron.

“El desafío que se nos presenta actualmente es estandarizar un sistema que funcione para millones de personas, no solo para un paciente”, agrega desde su oficina de Nueva York.

Un periodista de la AFP le preguntó a Gorham en su casa de Melbourne cuánto tiempo le había llevado “escribir” tan rápidamente mensajes en la pantalla.

“No mucho, porque soy experto en informática”, respondió en 45 segundos.

Cuando realiza los ejercicios necesarios para perfeccionar el software, es su mente la que controla los comandos de la computadora, incluso si su mano todavía se mueve ligeramente sobre un mouse imaginario, una movilidad que acabará por perder.

“Hace dos años, la señal era bastante lenta”, recuerda, sentado junto al paciente, Zafar Faraz, ingeniero de Synchron.

“Pensaba en hacer clic, y pasaban unos dos segundos y medio para que el clic se produjera. Ahora es medio segundo”.

“Astronautas”

Los pacientes esfuerzos de Rodney han hecho una contribución “monumental” para mejorar el sistema, dice Faraz. “No creo que estuviéramos aquí si él no se hubiera ofrecido valientemente como voluntario para ser un pionero de esta tecnología”.

“Las familias de los pacientes los comparan con astronautas: como el primer paso en la Luna, el primer clic del cerebro fuera del laboratorio (...) Están muy orgullosos”, apunta el doctor David Putrino, que supervisa los ensayos clínicos en Estados Unidos.

Pero Putrino tiene cuidado de no despertar falsas esperanzas. “Seleccionamos pacientes que esperan hacer avanzar la ciencia para los demás más que para ellos mismos”, señala.

Para este médico, desarrollar implantes como el stentrode es una cuestión de humanidad pero también de salud física, porque la enfermedad de Charcot limita drásticamente las interacciones sociales.

Para los pacientes, “el mundo se achica, el aislamiento se vuelve dominante. Estudios recientes demuestran que la soledad tiene los mismos efectos sobre la salud que fumar 17 cigarrillos al día”.

Esta tecnología aún está lejos de restaurar conversaciones reales, señala Carolyn Gorham. Pero a su esposo le brinda “un mínimo de independencia”.

“Él puede ver porno si quiere. No es que le guste el porno, ese no es el punto. Puede entrar a cualquier sitio sin tener que preguntarle a nadie. Y esta libertad es formidable”.

Fuente: AFP

LEA TAMBIÉN: Cuando un implante cerebral transforma los pensamientos en palabras
Disfruta tus descuentos del Club de Suscriptores cuantas veces quieras gracias a tu suscripción a Gestión. Más de 300 promociones esperan por ti, descúbrelas Aquí. Y si aún no eres suscriptor, adquiere tu plan AQUÍ.