La pandemia ha llevado el mundo laboral al salón de cada casa con las videoconferencias, pero las reuniones de este tipo producen menos ideas creativas en comparación con las que se realizan cara a cara.
La irrupción masiva de las reuniones virtuales ha supuesto un alejamiento de la interacción personal y su influencia en la creatividad ha sido analizada por investigadores de la Universidad de Columbia (EE.UU.) en un estudio que publicó Nature.
La autora principal de la investigación Melanie Brucks indicó que las pruebas desarrolladas en el ambiente controlado de un laboratorio señalaron que las parejas de trabajo que se reúnen virtualmente “generan aproximadamente un 20% menos de ideas creativas que cuando se ven en persona”.
El secreto de esta diferencia estaría en las pantallas. Los autores sugieren que las videollamadas centran la mirada en ella, lo que reduce el enfoque cognitivo y la generación de ideas creativas.
Pero no hay que pensar que el mundo de las reuniones a través del ordenador impide todas las actividades de colaboración debido a ese enfoque cognitivo restringido.
Tras la generación de ideas, normalmente hay que seleccionar aquella que se quiere adoptar o se considera mejor para el objetivo perseguido, lo que utiliza un proceso cognitivo diferente basado en la concentración y el razonamiento analítico, para lo que no influye que la reunión sea en persona o virtual, destaca el estudio.
Para llegar a esas conclusiones el equipo analizó aspectos como la dirección de la mirada, el entorno y análisis semánticos latentes, porque -dijo Brucks- todos ellos “captan el mismo proceso psicológico subyacente: la concentración”.
“Las parejas virtuales se centran en la pantalla y, como resultado, miran menos a la sala que las rodea, recuerdan menos accesorios en la sala donde se realizan los experimentos y su conversación es más reducida en comparación con las presenciales. Este enfoque cognitivo reducido explica la menor creatividad” de las primeras, explica la investigadora.
Entre otras pruebas, el equipo observó el movimiento ocular de los participantes en reuniones presenciales y por videoconferencia, con el resultado de que las segundas pasan más tiempo mirando al otro en la pantalla que al resto de cosas que les rodean.
Los equipos presenciales, escriben los autores, operan en un espacio físico totalmente compartido, mientras que los virtuales “habitan un espacio virtual delimitado por la pantalla que tiene cada miembro”.
Los que usan las videollamadas tienen que reducir su campo visual filtrando los estímulos visuales periféricos que no son visibles o relevantes para su compañero.
Brucks agregó que las videollamadas también afectan negativamente el pensamiento divergente, según sugieren los resultados, pero no encontraron pruebas de que reduzcan la inteligencia emocional y “sorprendentemente” tampoco que afecten a la comunicación no verbal o a la gesticulación.
El estudio tuvo una fase de pruebas de laboratorio y otra de campo. En la primera participaron 600 personas, que se reunían por parejas presenciales o virtuales, durante cinco minutos para imaginar usos creativos de un determinado producto y luego un minuto para seleccionar la idea que consideraban más creativa.
La segunda incluyó a casi 1,500 empleados de una empresa de infraestructuras en comunicaciones con sedes en Europa, Oriente Medio y el sudeste asiático. La dinámica era la misma y el objetivo crear ideas para productos y presentar solo una como futura innovación.
La investigación constata que en un mundo laborar en el que conviven las reuniones presenciales y virtuales “podría tener sentido dar prioridad a la generación de ideas creativas” en las primeras.
Sin embargo, esta investigación “solo documenta el coste cognitivo de la interacción virtual” y a la hora de decidir hasta qué punto una empresa debe utilizar equipos virtuales, es necesario un análisis más exhaustivo que tenga en cuenta otros costes específicos del sector y del contexto a los que pueda enfrentarse la firma, una “importante cuestión” que los autores dejan para futuros estudios.
El equipo no probó ninguna intervención para disminuir el efecto negativo de la interacción virtual mientras se generan ideas, pero “basándome en los resultados -apuntó Brucks– ahora recomiendo a la gente que apague sus cámaras cuando llega la lluvia de ideas con otras personas. A mí me ha funcionado bien”.