Por Wang Huiyao
Sería fácil de descartar la campaña de la Administración Trump contra las aplicaciones chinas TikTok y WeChat como parte de un estrategia electoral para atacar a China desde todos los ángulos.
Los movimientos, sin embargo, así como el contrataque de China, están contribuyendo a un problema más profundo en el corazón de la economía global, uno que no se puede resolver a menos que las dos economías más grandes del mundo trabajen juntas.
Así como el petróleo abrió nuevas posibilidades para el comercio en el siglo pasado, los datos se han convertido en el alma del crecimiento del comercio en el siglo XXI. El comercio de servicios digitales, incluidas aplicaciones como TikTok, está en auge.
Los flujos de datos apuntalan cada vez más el comercio de bienes físicos, también, apoyando cadenas de valor globales complejas y tecnologías emergentes como la cadena de bloques, la inteligencia artificial y el Internet de las cosas. La cantidad de ancho de banda transfronterizo en uso aumentó 148 veces entre el 2005 y 2017, según la consultora McKinsey & Co.
Mientras tanto, sin embargo, las reglas del comercio mundial apenas han cambiado desde la década de 1990. En efecto, el mundo está tratando de hacer funcionar la economía del siglo XXI, basada en la nube, en el equivalente a Windows 95.
En ausencia de normas globales compartidas sobre cómo gobernar los flujos de datos, los formuladores de políticas domésticas en todas partes están desarrollando sus propios “parches” para regular los datos y proteger la seguridad nacional y la privacidad de sus ciudadanos. La Unión Europea implementó su Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) en 2018.
China ha aprobado una considerable ley de ciberseguridad y, al igual que India, está trabajando en una ley de protección de datos importante.
Si EE.UU. ha sido más lento en la regulación de los datos, eso se debe en parte a que aún domina las industrias y la arquitectura de red que manejan los flujos digitales globales. Sin embargo, dadas las crecientes preocupaciones sobre el acceso de China a los datos personales de los estadounidenses, la marea de opinión sobre ese punto también está cambiando.
Según la OCDE, el número de regulaciones de datos ha aumentado de alrededor de 50 en todo el mundo a principios de la década del 2000 a poco menos de 250 en el 2019. El grado general de control de los datos, medido en el Índice de restricción del comercio digital del Centro Europeo para la Economía Política Internacional, se ha duplicado en la última década.
La naturaleza irregular de estas reglas está creando complejidad para las empresas y fricción entre los países. Solo desde principios de julio, además de las órdenes ejecutivas de Trump contra TikTok y WeChat, India ha prohibido 59 aplicaciones chinas, y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea derribó el mecanismo de Protección de Privacidad que empresas estadounidenses como Facebook Inc. y Twitter Inc. habían estado usando para manejar datos personales de la UE. Mientras tanto, EE.UU. permanece estancado en disputas sobre impuestos digitales con varios países europeos.
Diferentes países naturalmente tienen diferentes puntos de vista, valores y capacidades con respecto a la gobernanza de los datos. Todos deberían tener el derecho de regular los datos según lo consideren apropiado para fines de seguridad nacional.
Al mismo tiempo, el mundo necesita establecer algunas reglas comunes sobre cómo para administrar datos, o tales conflictos solo proliferarán y sofocarán la inversión, la innovación y la capacidad de operar de manera interrelacionada.
Algunos acuerdos bilaterales y regionales han comenzado a forjar esas normas comunes. El capítulo de comercio electrónico en el Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífica (CPTPP, por sus siglas en inglés) permite a sus miembros regular los flujos de datos de una manera basada en normas que minimice las barreras al comercio.
Si China se uniera al Acuerdo —una idea que ha ido ganando terreno en los círculos chinos de formulación de políticas—, esto ayudaría a alinear al país con las normas de gobernanza de datos de próxima generación y respaldaría las aspiraciones de las empresas tecnológicas chinas de “globalizarse”.
Lo que realmente se requiere, sin embargo, es un régimen multilateral de gobernanza de datos que incluya tanto a China como a EE.UU. El primer paso es completar las negociaciones en curso en la Organización Mundial del Comercio sobre comercio electrónico. Estas conversaciones deberían apuntar a establecer reglas básicas mundiales y excepciones para datos, mientras se mantiene la centralidad del sistema de la OMC.
Luego, el G20 debería formular más a partir de la Declaración de Osaka del año pasado sobre la economía digital, la cual afirmaba la necesidad de discusiones de política internacional para maximizar los beneficios de la digitalización.
Un “Digital 20” (D-20), compuesto por las 20 compañías digitales más grandes del mundo, debería reunir a figuras de gobierno, industria, academia y organizaciones no gubernamentales para desarrollar un proyecto viable, un enfoque basado en hechos que salvaguarde la seguridad nacional al tiempo que proporcione a los consumidores confianza y privacidad, y a las empresas claridad y previsibilidad.
EE.UU. y China son el hogar de la mayoría de estas gigantes tecnológicas. Más que tratar sus respectivas empresas como amenazas a la seguridad nacional, los líderes en ambos países deben buscar el consenso de la industria y las mejores prácticas que se puedan usar para establecer normas globales.
Para tranquilizar a los partidarios de la seguridad en ambos lados, el mundo necesitará normas claras para juzgar qué constituye una práctica segura de gestión de datos. Se debe alentar a los países a usar normas internacionales como puntos de referencia para los enfoques nacionales, como la norma ISO 27000 sobre seguridad de la información.
El libre comercio basado en normas fue crucial para ayudar a la economía global a recuperarse de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Ahora enfrentamos la peor recesión mundial desde entonces. Es hora de llevar nuestras normas comerciales multilaterales al siglo XXI y frenar la corriente del proteccionismo digital para que los flujos de datos puedan ser una fuente de crecimiento y oportunidad, no de discordia.