Algunos expertos están a favor de estas tecnologías, siempre que estén debidamente reguladas. (Foto referencial)
Algunos expertos están a favor de estas tecnologías, siempre que estén debidamente reguladas. (Foto referencial)

En un país donde conducir bajo los efectos del alcohol mata a más de 10,000 personas cada año, y donde la tasa de alcohol permitida es en promedio más alta que en muchos otros países occidentales, la nueva legislación está generando mucho entusiasmo.

Los automóviles en Estados Unidos pronto podrán negarse a andar si el conductor está intoxicado, gracias a sensores capaces de detectar alcohol en el aliento o a través de la piel. Sin embargo, estas tecnologías son un desafío para los defensores de la privacidad y las libertades civiles.

El presidente Joe Biden firmó esta semana una ley que obligará a los fabricantes de automóviles a incorporar esas funcionalidades en los próximos años.

“Lloro lágrimas de alegría”, respondió Alex Otte, presidente de MADD, una ONG que ve esta ley como una forma de salvar miles de vidas.

“Este es el comienzo del fin de la conducción en estado de embriaguez”, subrayó.

Pero el texto de la ley también plantea interrogantes: ¿qué pasará si el auto se estropea y se niega a arrancar? ¿Los vehículos se convertirán potencialmente en testigos contra su propietario en caso de una demanda?

Las autoridades estadounidenses tienen tres años, potencialmente renovables, para pronunciarse sobre estos temas.

La tecnología para esa finalidad fin está casi lista. Los investigadores han desarrollado sensores que succionan y prueban la respiración del conductor.

Soplar y arrancar

También han desarrollado un escáner, integrado con el botón de arranque del motor, que mide el nivel de alcohol en los vasos sanguíneos debajo de la piel de los dedos, utilizando luz infrarroja.

Estos inventos se desarrollaron mediante la colaboración entre una asociación de fabricantes de automóviles para la seguridad vial (ACTS) y las autoridades competentes.

Se integrarán sistemas antitrampa para evitar que el automóvil arranque si el nivel de alcohol excede el límite legal de 0.08%, vigente en la mayoría de los estados de Estados Unidos, explicó Robert Strassburger, presidente de ACTS.

“Todos emitimos dióxido de carbono cuando exhalamos, (y el sistema) sabe cómo detectar si la muestra proviene del conductor y no de otro lugar”, declaró.

En cuanto al sensor de arranque digital, está conectado a un circuito entre el asiento y el computador a bordo: “si un pasajero presiona el botón, el circuito no funciona y no se toma la medida”, explica Strassburger.

Estas herramientas se consideran “pasivas”, a diferencia de los dispositivos existentes que requieren la acción de los conductores, como soplar en un tubo antes de que puedan circular.

Este tipo de alcoholímetro en el vehículo es obligatorio en algunas jurisdicciones para aplicar condenas por conducir en estado de ebriedad.

“Inconstitucional”

Algunos expertos están a favor de estas tecnologías, siempre que estén debidamente reguladas, pero otros señalan los peligros y posibles abusos.

Laura Perrotta, presidenta de la Asociación Estadounidense de Usuarios de Carreteras, cree que estos sensores son excelentes, siempre que funcionen correctamente.

“Imagínese que alguien se cepilla los dientes y no puede encender su automóvil o el sistema no detecta que alguien ha bebido demasiado. Eso podría suponer un verdadero problema”, comenta.

Para los defensores de las libertades individuales, el tema no es técnico sino legal. “Es completamente inconstitucional que nuestros autos nos controlen en nombre del gobierno”, protestó Albert Fox Cahn, fundador de la ONG Surveillance Technology Oversight Project.

“No es menos ilegal que si el gobierno obligara a los operadores telefónicos a instalar micrófonos ocultos en todos los hogares para asegurarse de que nadie cometa un delito en el futuro”, agregó.

Robert Strassburger argumentó que otras tecnologías que recopilan información en los automóviles ya están reguladas y la policía necesita una orden judicial para acceder a ellas. Pero la decisión final, según él, dependerá de “los fabricantes o los legisladores, que no les dejarán la elección”.