Rolando Arellano, presidente de directorio de Arellano, pasa gran parte de la pandemia en Lunahuaná. Su espacio de retiro le permitió no solo vivir la emergencia sanitaria, sino concluir su nuevo libro. “Votar y comprar”, en el que plantea cómo sufragar mejor en base a la experiencia de compra que, en las últimas décadas, hemos desarrollado los peruanos.
¿Qué es más difícil para un peruano, elegir un celular o a un presidente?
La verdad es que un peruano le pone más esfuerzo y tiempo a elegir un celular que a un presidente.
¿Por qué sucede así?
La gente no se ha dado cuenta de la importancia que tienen los políticos para ellos. La gente considera que es un elemento externo a su vida y que de alguna manera tiene una influencia. No asumen que eligen a alguien que va a administrar sus cosas. Muchos creen que el político es nuestro jefe, pero estamos eligiendo un empleado nuestro. No notamos cuán importante es para nuestras vidas.
Pero, ¿por qué no asumimos esta responsabilidad luego de tantas malas experiencias con las autoridades que elegimos?
Una razón es la estructura del país. Tenemos una población que llega al 80% de informalidad. Es decir, están al lado del Estado, no le da cuenta, ni tampoco recibe nada del Estado. Lo que haga el Estado lo va a tocar de manera muy indirecta, por lo tanto, le importa menos. Si no paga impuestos, no le importa qué se hace con ellos.
¿Es un asunto de informalidad?
Pero es que la informalidad ha sido analizada desde el punto de vista económico, pero no desde el punto de vista político. Pero otra razón es que le hemos dado mucha pomposidad a la política.
¿A qué se refiere?
Hemos alejado a la política de la gente. La gente, entonces, no se preocupa de la política y repite sus errores.
¿Usted observa empatía en los políticos, en algún candidato?
No la veo. Esa sensación se refleja en la dispersión que hay en la intención de voto.
Ante esta ausencia de empatía, ¿el discurso populista trata de crear un puente entre el político y la población?
Claro, el político lo que va a hacer con su discurso populista es prometer cosas que probablemente no va cumplir y que sabe que no lo va a cumplir. En el Perú, hoy la gente escucha más a los populistas. Tenemos una crisis, hay fragilidad en la población. La gente no quiere escuchar gente que le pide sacrificios, pero paralelamente se ha vuelto muy exigente al comprar sus celulares y refrigeradoras. Hemos retrocedido en nuestro comportamiento político.
¿Somos menos exigentes?
Sin duda. Hoy nadie compraría una refrigeradora marca ‘Pepito’, pero admite a un político que viene de un partido desconocido o que pasó por muchos.
Somos menos reflexivos al momento de votar…
El populismo revela que somos menos reflexivos. En la compra hemos avanzado mucho. Si alguien compra algo y no le funciona, de inmediato se va a Indecopi a quejarse. En los populismos no hay Indecopi. Nos prometen cosas que sabemos que no se van a cumplir, pero no hay un Indecopi, que debería ser el Jurado Nacional de Elecciones, que evalúe las promesas.
Elegir por elegir
Arellano sostiene que la pandemia nos ha cambiado. Nos ha convertido en una sociedad más frágil. Por el constante miedo, destaca. Pero también nos ha llevado a buscar posiciones y soluciones inmediatas.
El especialista sostiene que estos elementos nos llevan a ser una sociedad menos reflexiva frente a la política y los políticos.
¿Qué nos impulsa a elegir a un político?
Si yo no le creo a nadie allí entra el concepto del populismo. Si todos son mentirosos, al fin y al cabo, entonces busco o me encuentro con quien me ofrece más, porque hay una posibilidad de que este me cumpla más. Lo segundo es que me refugio en las mayorías para votar.
¿En qué sentido?
Observo a los primeros en las encuestas, que tiene una influencia enorme. Si hay más gente dispuesta a votar por determinada persona, supongo entonces que habrá pensado.
Se piensa, entonces, que alguien hizo la tarea que yo no hice frente a la elección...
Exactamente, por lo tanto, sigo a lo que dicen las mayorías.
Si esta es la forma de votar, ¿las ideologías no tienen nada de relevancia?
Hay un desconocimiento de la política y de las ideologías. La política no es entendida y lo que se hace es criticarla, por lo que la gente se desinteresa y no toma decisiones. Los pocos que se interesan por la política no les interesa lo que piensa la gente.
¿Pierden el tiempo quienes tratan de poner etiquetas a los candidatos acusándolos de ser de derecha o de izquierda?
Esos son conceptos intelectuales que no usa la gente. La gente no sabe qué es derecha o izquierda, pero hay una mayoría que se autodefine de centro, pero no saben en verdad lo que son.
Siguiendo su analogía, ¿los políticos en el Perú son un buen producto para elegir?
Son productos cuestionables. Muchos de ellos ni deberían de estar. Son el resultado de la crítica social a la política en que no se les da valor. Al final, quienes se dedican a la política no son los ideales.
¿Esto es muy complicado de cambiar?
Esta percepción no va a cambiar en el corto plazo. Lo que pretendo con mi libro es que la gente retome el interés y se de cuenta de la importancia de la política.
Las tres B aquí no existen
Rolando Arellano quisiera que el peruano al menos busque a un político que cumpla esa vieja condición que se aplica en la compra de productos que son las tres B: lo bueno, lo bonito y lo barato. “Pero ni siquiera hacemos eso”, admite.
“No buscamos, lo que hacemos al votar es una suerte de compra por impulso, que es lo peor. Ojalá buscáramos al mejor político, pero no llegamos a ese nivel. Pero también es un problema de oferta y demanda”, refiere.
¿Por qué lo dice?
Porque las elecciones de este año son las peores elecciones de nuestra historia. No existe posibilidad de que la gente conozca a los candidatos porque la publicidad está prohibida, la única que existe es la del Gobierno. No hay reelección. Una ‘marca’ buena por la que ya voté ya no existe. Encima, la gente está asustada por la pandemia, por la vacuna, no está pensando en las elecciones. Nunca ha habido peores condiciones.
¿Observa mayor desinterés entonces?
No, lo que yo veo es que hay un mayor rechazo a toda la elección. Si tuviéramos un régimen de voto voluntario, probablemente la mitad de la gente no iría. Largamente hoy el indeciso, los que van a anular, están ganando.
¿Nota que más gente, frente a otras elecciones, decidirá su voto en la última semana?
Sí, claro. Pero no lo digo yo, lo dicen las encuestas donde el que va primero tiene 12% o 13%, e incluso no están seguros de su voto. Es tanto el desinterés que vamos pateando hasta el final nuestra decisión. Ojalá la experiencia que adquirió la gente para comprar un celular, la use para elegir un presidente. Es lo mínimo que se puede decir.
¿Usted ve un producto político, una idea que se venda?
No hay ni empaque, no hay partidos detrás de los candidatos. A tal punto, que la gente no sabe por quién marcar, si no estuviera la foto, la gente no identificaría los símbolos.
¿Y los productos?
Los productos que tenemos, lo único claro que sabemos es que no tienen experiencia. Sabemos que no tienen experiencia porque la ley prohíbe que la tengan al no haber reelección en el Congreso, por ejemplo. Ya por ahí estamos con productos muy malos.
¿Ve ideas en esta campaña?
Ninguna idea. No hay ideas; al no haber partidos no hay ideas que respalden a un candidato.
¿Observa una campaña estructurada que tenga concepto, que genere emoción?
No hay ninguna porque, además, hay una restricción de presupuesto, al no haber donaciones. Hoy quien puede hacer una buena campaña es porque tiene plata propia.
En medio de su crítica, ¿qué destaca de esta campaña?
Por primera vez tenemos planteamientos extremos, que se mantienen posiciones que no pretenden ubicarse falsamente en el centro de siempre.
Esta es una muestra que ambos extremos han sido francos en sus ideas.
¿Se ha perdido en esta campaña, y en realidad durante la pandemia, el concepto del largo plazo?
No existe. En el caso del político el largo plazo se lo otorga un partido. El partido es el que le dice: yo te puse a ti y ahora te toca hacer cosas buenas para poder seguir en el poder después.
Cuando no hay partidos, como sucede en el país, no interesa cómo se gobierna. Acá se piensa: el que venga ya verá cómo se la arregla. Todo es puro corto plazo.
¿Se ha reforzado la idea la inmediatez?
Sí, la pandemia sobre todo nos ha hecho más frágiles. Estamos todos temiendo la enfermedad. Queremos todo rápido, por eso que el populismo tiene acogida.
La nueva normalidad: cambios y hábitos
No volverá a ser un mundo igual. Rolando Arellano mira el futuro. Sonríe y añade que los saludos con un beso ya no volverán. Este es un impacto mínimo de la pandemia, aunque claro en un país que parece muy corporal.
“El trabajo y los estudios serán mitad presencial y mitad virtual”, lanza como pronóstico a lo que doce meses atrás se llamó la nueva normalidad, un término que se hizo popular para hablar sobre el futuro y que hoy suena a pasado.
“La gente va a regresar mucho más al hogar”, añade. “Eso ya está sucediendo”, se corrige. En esa línea, refiere que la gente le ha dado mucha más importancia a la vida dentro del hogar. “Lo niños por fin están jugando con sus hermanos y no con el amigo del colegio. El esposo y la esposa están almorzando juntos”. Esto provocará – señala – que las decisiones de compra de un hogar serán más consensuadas. “El hombre ahora opina sobre la cocina o es el que cocina”, apunta.
Explica que las casas pequeñas tenían valor porque las familias pasaban mucho tiempo afuera, pero ahora las familias entienden que necesitan espacios mayores. “Lugares como el balcón han tomado un mayor protagonismo”, agrega.