Perú fue el primer país en América Latina en adoptar medidas para contener el coronavirus, pero nueve semanas después las cifras de COVID-19 son exorbitantes ¿Qué salió mal?
El país de 32 millones de habitantes cerró sus fronteras y decretó un confinamiento nacional obligatorio desde el 16 de marzo, cuando sólo había 86 contagios.
Actualmente los casos confirmados se acercan a 110,000, los muertos sobrepasan los 3,100 y solo en la última semana se contagiaron más de 28,000 personas.
“Lo central aquí ha sido la falla de gestión. Ha habido falla e improvisaciones” del gobierno del presidente Martín Vizcarra, afirma Luis Benavente, director de la consultora Vox Populi.
El gobierno “tuvo febrero y marzo para hacer un plan estratégico [ante la pandemia] y no lo hizo”, agrega el analista.
Perú es el segundo país de América Latina con más casos después de Brasil (210 millones de habitantes), y el tercero en decesos detrás de Brasil y México (130 millones de habitantes).
Varios factores favorecieron la expansión sin freno del virus en Perú:
Mercados y bancos
Al decretar el confinamiento, el gobierno mantuvo las actividades económicas esenciales, entre ellas la venta de alimentos en los mercados.
Éstos, que no adoptaron ninguna medida de protección --a diferencia de las cadenas de supermercados o de las pequeñas tiendas de barrio-- se convirtieron en silenciosos focos del virus hasta que el gobierno tomó medida del problema
Así varios de los 2,000 mercados han sido clausurados. En el Mercado de Frutas del distrito limeño de La Victoria, el 86% de los comerciantes dio positivo a pruebas rápidas de COVID-19.
“Eran comerciantes que manipulaban alimentos. Esto fue una explosiva cadena de contagios”, dice Benavente. “Solo dos meses después el Estado mandó a los militares a los mercados, pero era demasiado tarde”.
Los bancos fueron otro foco de contagio. Los peruanos se aglomeraron afuera de las agencias bancarias para cobrar bonos de emergencia otorgados por el gobierno.
Aquí también, las autoridades implementaron medidas tardías, autorizando el retiro de las pensiones a partir de ahora con transferencias electrónicas.
Debilidades del sistema de salud
Unos 7,500 enfermos con COVID-19 están hospitalizados en Perú, pero por falta de equipos de protección o desatención a los protocolos de seguridad sanitaria, el virus se propagó entre el personal de la salud, según representantes del gremio.
Al menos 635 médicos y 1,200 enfermeros contrajeron la enfermedad, y 20 galenos y 12 paramédicos fallecieron. Los hospitales están saturados de pacientes.
Los trabajadores de la salud han salido a las calles a denunciar la incapacidad del gobierno de proporcionarles el material de protección necesario y de pruebas para COVID-19. El hospital "parece un cementerio por los cadáveres, los pacientes mueren en sus sillas", dijo un enfermero del limeño hospital Hipólito Unanue.
Alta informalidad
La economía peruana es de las más dinámicas de América Latina, pero la informalidad laboral bordea el 70% de la actividad. Así miles de trabajadores han desobedecido las órdenes de confinamiento para poder alimentar a sus familias.
En las primeras semanas de la pandemia se detuvo a más de 50,000 personas por infringir la cuarentena.
Las autoridades, que dejaron de publicar las cifras, creen que la enorme cantidad de infractores favoreció el contagio de miles de policías encargados de vigilar el cumplimiento del confinamiento. Medio centenar de ellos ha muerto de COVID-19.
Agua potable y pobreza
Si bien se lanzaron campañas de higiene para estimular el lavado de manos de modo de evitar contagios, este esfuerzo chocó con una cruda realidad: miles de peruanos en Lima y otras ciudades carecen de agua potable.
En la capital, de 10 millones de habitantes, 1.2 millones de personas no tienen acceso al agua y otros tres millones la consiguen de manera racionada, indica la directora de la ONG Aquafondo, Mariella Sánchez.
En Perú han existido grandes desigualdades socioeconómicas desde la colonia. La pobreza afecta a 20.5% de la población, según el Banco Mundial.
Miles de familias pobres abandonaron las sierras andinas o las zonas selváticas y se afincan en viviendas precarias e insalubres en Lima, donde sobreviven con modestos empleos.
En el barrio limeño de Cantagallo, habitado por familias de la etnia amazónica Shipibo Conibo, 475 personas de un total de 656 dieron positivo al coronavirus.
Y cientos de provincianos pobres desafiaron la cuarentena para irse caminando desde Lima a sus pueblos. Muchos de ellos dieron positivo al COVID-19.