La historia importa. El pasado siempre está con nosotros. No hay cuestión de importancia que pueda resolverse sin tener en cuenta el pasado. Eso dijo Claudia Goldin, premio Nobel de Economía, hace algunos años sobre una idea suya que otros podrían considerar impopular. Ella se convierte en la tercera galardonada en este campo, la primera en ganarlo en solitario y en obtener una posición permanente (conocida como ‘tenure’) en el departamento de Economía de Harvard.
A través de una investigación que rastrea los últimos doscientos años, Goldin revela las razones de la persistente brecha salarial entre hombres y mujeres: el nacimiento del primer hijo. Mientras los hombres pasan menos tiempo con sus familias y las mujeres estancan su progresión laboral. En palabras de la economista, ambos pierden.
En estas semanas, las crónicas y entrevistas a Goldin ocupan gran parte de la prensa. Y con justa razón. Pero, por otro lado, por cada Claudia Goldin en la historia, tenemos cientos de Rosalind Franklin. Esta científica británica hizo un descubrimiento que cambió el rumbo de la historia pero pocos conocen de ella. Es la autora de la icónica Foto 51 que demuestra por primera vez la doble hélice del ADN o como algunos lo han llamado ‘el secreto de la vida’.
La física química experta en cristalografía pasó más de 100 horas de exposición fotográfica a fin de capturar dicha estructura. Pese a que esta imagen fue vital para el descubrimiento, su aporte al mismo y su trayectoria han pasado desapercibida. Conocida como una científica apasionada, Franklin llega King’s College London para trabajar junto a Maurice Wilkins. Desde inicio, las cosas irían mal para ella. Wilkins la confundió por una nueva secretaria y considera que era una mujer “demasiado independiente” y con “actitud”. Ella dejó su trabajo en París pensando que trabajaría como par de Wilkins, pero en realidad, lo hacía como su subordinada. Él la llamaba “Rosy” de forma despectiva y estaba prohibida de usar la sala de profesores que se encontraba reservada para hombres, quienes componían la plana docente en su totalidad en esa época. En suma, ella no participaba de la vida académica que el resto de sus colegas.
Es entonces cuando la física química empieza a trabajar en solitario, y su alumno Raymond Gosling es quien enseña la famosa foto 51 a Wilkins, quien sin dudarlo, se la muestra a sus colegas de la Universidad de Cambridge: Francis Crick y James Watson quien trabajaban en un modelo de la molécula de ADN. Ella deja atrás el ambiente hostil de King’s College London y empieza a trabajar en otros rubros como el carbón y la estructura de los virus.
Muere tempranamente a los 37 años de cáncer al ovario, precisamente por las largas exposiciones a la radiación en su incasable búsqueda de la estructura helicoidal del ADN. Todo esto antes de ver cómo Maurice Wilkins, Francis Crick y James Watson ganan el Nobel en 1962 por el mismo proyecto que tantas frustraciones le produjo. Ni siquiera la mencionan en el discurso de aceptación. Recién años después Watson y Crick revelan que sin los datos de Franklin “la formulación de nuestra estructura habría sido muy improbable, si no imposible”. Sin embargo, en el libro autobiográfico de Watson también describe la apariencia de Franklin de manera poco favorable, explicando que la científica “no enfatizaba sus cualidades femeninas” cuestionando su inteligencia.
En las últimas décadas este científico ha ocupado primeras planas por sus declaraciones sexistas, racistas y homofóbicas. Declaró que las científicas no serán tomadas en serio si tuvieran hijos, dio a entender que las mujeres no son buenas en matemáticas y que, si bien tener más mujeres en la ciencia hace que las cosas sean “más divertidas para los hombres”, son “probablemente menos efectivas”. En un documental, declaró los genes causan una diferencia en la inteligencia entre las personas blancas y negras en las pruebas de coeficiente intelectual. En 1997, el Sunday Telegraph lo citó diciendo que a las mujeres se les debería permitir abortar a un niño por cualquier motivo, como si se encontrara un gen de homosexualidad en el feto. Ha sido despojado de sus títulos honoríficos y se convirtió en el primer premio Nobel en subastar su medalla en 2014.
Que la extraordinaria carrera de Claudia Goldin nos recuerde que aún existen muchas Rosalind Franklin en busca de paridad en compensación, prestigio y financiamiento de sus investigaciones alrededor del mundo, así como ambientes libres de sexismo, discriminación y acoso. Sobre todo en el marco del día internacional de la niña celebrado el 11 de octubre, cabe recordar que ambas académicas lograron abrirse paso en campos dominados por hombres, buscando incansablemente respuestas en el campo de la ciencia, la economía y la sociedad. Sin embargo, como mencionaba Goldin, la historia importa. Y en el caso de Franklin, esta no debería seguir repitiéndose.