Escribe: Carlos Gallardo Torres, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE)
¿Qué podríamos regalarle al Perú en esta Navidad? La frase “no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país” está muy cercana a cumplir 65 años. Aprovechemos las fiestas para preguntarnos sobre los regalos que podríamos darle al Perú desde el sector público, privado o como ciudadanos. A continuación, una propuesta de cuatro presentes de cara al 2025:
LEA TAMBIÉN: Alta dirección: Toma de decisiones y el reto de acertar de manera oportuna
Que la pobreza no nos sea indiferente
Las cifras de pobreza del 2024 –que saldrán en mayo del 2025– nos mostrarán muy probablemente una reducción de alrededor de 1 punto porcentual, es decir, entre 300,000 y 400,000 personas habrían salido de la pobreza. Ello resulta insuficiente considerando que 3.3 millones de peruanos cayeron en esa situación durante los últimos cinco años. Entonces, que no nos embelese una pequeña reducción de la pobreza, que será más orgánica que producto de acciones concretas de nuestras autoridades.
LEA TAMBIÉN: Petroperú: Un nuevo desastre
En el mediano y largo plazo, se requiere de reformas estructurales que mejoren el entorno para ejecutar inversiones, además de reducir los obstáculos institucionales y regulatorios que retrasan la ejecución de los proyectos. Ello, pues es la inversión privada la que genera empleo, mejora los ingresos de las personas y así se reduce la pobreza.
En el plazo más inmediato, está muy en deuda el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social y hay que continuar exigiéndole acciones concretas: la atención urgente de los mayores niveles de hambre, anemia y desnutrición crónica; la reconfiguración de los programas sociales para atender la urbanización de la pobreza; y la implementación de políticas focalizadas que aborden las causas específicas de la pobreza en cada región.
LEA TAMBIÉN: ¡No a la profanación del Valle Sagrado!
Que impulsar la inversión privada nos quite el sueño
En el 2025 se mantendría la recuperación de la inversión privada sustentada en la mejora de la confianza empresarial y el inicio de la construcción de proyectos mineros como Tía María, Zafranal, Pampa del Pongo, Reposición Antamina y Corani. Sin embargo, la inversión privada se ajustaría en la segunda mitad del 2025 por la incertidumbre electoral y restaría dinamismo a la economía hacia el 2026. Por su parte, según ProInversión, desde enero del 2023 se han adjudicado 26 proyectos por US$ 8,408 millones en carreteras, electricidad, telecomunicaciones, puertos y ferrocarril, entre otros.
LEA TAMBIÉN: Chancay: ¿Cómo enfrentar el desafío del crecimiento informal?
Así, la próxima puesta en marcha de los proyectos mineros mencionados –la mayoría en el Sur– y su articulación con infraestructura productiva como la adjudicada por ProInversión es clave. Tres tareas importantes para capitalizar esta articulación:
Las adjudicaciones de ProInversión deben traducirse lo más rápido posible en inversión ejecutada.
Dejemos de ver el que no salga adelante un proyecto de inversión como un problema solo del dueño del proyecto, pues tiene en realidad un impacto sobre el desarrollo regional y el apetito por mayores inversiones en el resto del país. Por ejemplo, es el caso del sur: además de minería, existen proyectos de gran envergadura vinculados a gas, puertos, aeropuertos, irrigación, trenes, centrales termoeléctricas, entre otros. No son independientes y la reducción de la pobreza requiere que avancemos con todos.
LEA TAMBIÉN: Los cinco distritos clave para invertir en vivienda para alquiler
Estas posibilidades de desarrollo serán efímeras si no se combate con mano dura la inseguridad y las economías ilegales.
Que la inversión pública se conecte con la ciudadanía
La satisfacción de los peruanos con los servicios públicos –salud, educación y carreteras– y con sus autoridades regionales y locales es bastante menor a hace una década, aun cuando la inversión pública creció en 26% en términos reales desde el 2010. Consecuencia sin duda de una corrupción imperante, pero también de una gran desconexión entre el actuar de las autoridades y las demandas de la ciudadanía: el gasto público en remuneraciones se incrementó 81% en los últimos 15 años y el Congreso sumó varias leyes aprobadas con un importante impacto fiscal que incluye aumentos remunerativos y nombramientos automáticos, justamente en los sectores vinculados a esos servicios públicos. Es decir, la ciudadanía y el servicio que recibe es lo que parece menos importar a la autoridad.
Que la democracia se fortalezca
Vinculado a esta desconexión, está nuestro sistema electoral. Así, podríamos llegar a una elección en el 2026 con más de 60 partidos políticos inscritos, lo que muy probablemente termine en una elección en segunda vuelta con candidatos de muy poca representatividad. También tendremos elecciones regionales ese año. Si no nos tomamos en serio una reforma política que fortalezca la democracia, la insatisfacción de la ciudadanía con respecto al sistema democrático –y las autoridades que produce– irá creciendo, haciendo inviable un entorno propicio para una mayor inversión privada que permita una reducción sostenida de la pobreza. Necesitamos, por lo menos, requisitos mínimos de idoneidad e integridad para postulantes; permitir y transparentar el financiamiento privado; e incentivar alianzas electorales. Invitado por Transparencia, pude participar de un “Encuentro por la democracia” y un “Encuentro de diálogo por la descentralización”. Son dos caras de una misma moneda y de primera mano pude constatar que hay mucho consenso sobre las propuestas que permitan soñar en un Perú más desarrollado. Sí es posible.
Comienza a destacar en el mundo empresarial recibiendo las noticias más exclusivas del día en tu bandeja Aquí. Si aún no tienes una cuenta, Regístrate gratis y sé parte de nuestra comunidad.