Periodista
Hace varias semanas, cuando se empezaba a dar por hecho el cambio del premier, escribimos aquí que el presidente no tenía ningún incentivo para cambiar a su principal operador político, quien le garantizaba el cambio de agenda en el momento “oportuno”; y quien, con su excentricidad y arrebatos, ponía –conscientemente- los titulares más insólitos, discutibles y ofensivos, con el fin de distraer la atención, y cumplir eficientemente su papel de pararrayos para salvar a su jefe en cada coyuntura complicada.
Todo esto se confirmó en los últimos días. De manera deliberada hicieron caer a muchos con el cuento de la renuncia del primer ministro, para que no se ponga atención en la convocatoria de la Fiscalía.
La función de operador político del premier se puso nuevamente de manifiesto el miércoles en la noche, cuando armó esa “espontánea” reunión en Palacio donde él fue el encargado de arengar a la “masa” para enfrentar a pueblo contra instituciones. A las claras se notó que fue el premier quien ideó la reunión, es su estilo.
En uno de los momentos más dramáticos, el Gobierno apela de un recurso desesperado. Buscar que las “organizaciones sociales” salgan a las calles a defender al presidente “hasta con la vida”, haciendo frente y tratando de amedrentar a la Fiscalía. Es decir, llevar la confrontación a las calles para tratar de evitar lo que parece inevitable.
Hasta ayer por la mañana, parecía que asistíamos a la caída del Gobierno, a un enfrentamiento final, o a un momento clave para el país. Hasta que ayer apareció María del Carmen Alva, como en muchas otras oportunidades, para desviar la atención, “robar” el protagonismo, y darle al oficialismo la oportunidad de enviar la pelota a la otra cancha. Ayer, las redes y los medios no hablaron de otra cosa que de la agresión de la extitular del Parlamento. Todos se olvidaron de lo que pasó la noche anterior.
El problema es que esto no es un incidente más. Es un comportamiento deplorable del Congreso. Parece que el Parlamento vive –también– en un mundo paralelo, muy alejado de la realidad del país. Porque mientras el presidente y el premier tratan de “levantar” a la población para que sean funcionales a sus intereses, los congresistas se pasan horas tratando de elegir al tercer vicepresidente o a discusiones y agresiones como la de la expresidenta del Congreso.
¿No pensaron nunca en pronunciarse inmediatamente sobre lo hablado en Palacio?, ¿no les interesa?, ¿no es grave para ellos?
Y esto se aplica también a otras instituciones. La vida política parece transcurrir solo entre el Gobierno desesperado y la Fiscalía cumpliendo su labor. Fiscalía que debe cuidarse de no pisar el palito político.
Lo mismo pasa con el empresariado. Muy dado a lanzar comunicados por cualquier cosa, parece no importarles que el mismísimo presidente y su premier traten de sacrificar la vida de los integrantes de las organizaciones populares en un enfrentamiento entre peruanos. Ni una sola palabra.
Así las cosas, no nos extrañe que ocurra cualquier cosa en los próximos días o semanas o, incluso, que nada pase.