Economista
La semana pasada tuve el honor de participar en el lanzamiento del Informe Mundial sobre la Salud de los Refugiados y los Migrantes en un evento encabezado por el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud en Nueva York. Cabe resaltar que los mensajes y recomendaciones del reporte sobre migrantes contrastan radicalmente con el tono negativo y punitivo que hemos escuchado recientemente de varios candidatos, particularmente, a la Municipalidad de Lima Metropolitana. Es por eso, en esta oportunidad quiero resumir las principales ideas del reporte que tuve el gusto de comentar en el marco de la semana de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En todo el mundo, más personas están en movimiento ahora que nunca y se espera que el fenómeno migratorio continuará debido a las múltiples causas que lo originan (cambio climático, violencia y guerras, falta de oportunidades sociales y económicas en los países de origen, etc.). Muchos refugiados y migrantes enfrentan peores resultados de salud que las poblaciones de acogida, puesto que están impactados por un conjunto de factores específicos como un estatus legal precario; discriminación y xenofobia; barreras sociales, culturales, administrativas y económicas; falta de información sobre los derechos en salud; baja alfabetización en salud; y miedo a la detención y la deportación.
Desde la perspectiva del derecho a la salud para todos, con el que la mayoría de los países se ha comprometido, incluyendo ciertamente al Perú, es crucial considerar estas necesidades de salud como prioritarias tanto a nivel global, cuanto en los países receptores de asilados y migrantes. Cabe señalar que el fortalecimiento de los sistemas de salud para que logren ser más inclusivos no solo beneficia a las personas refugiadas y migrantes sino a las comunidades que los reciben.
En el reporte se detallan oportunidades y desafíos actuales y futuros y se proponen varias estrategias para mejorar la salud y el bienestar de los refugiados y migrantes y las comunidades de las que hacen parte. Como tal, recomiendo su lectura y análisis a los responsables políticos nacionales y en especial de Lima Metropolitana, donde se asienta la mayoría de migrantes. Un primer paso es reducir la fragmentación de la información y la evidencia sobre la salud de las personas refugiadas y migrantes, de manera que las políticas y planes de acción de salud pública a corto y largo plazo incluyan adecuadamente a los migrantes y las comunidades de acogida y se fortalezca la capacidad y se aumente la sensibilidad del sistema de salud para satisfacer sus necesidades. En el evento que mencioné al inicio de esta columna surgió la siguiente frase que todos los países y territorios con grandes influjos de migrantes debe tener en cuenta: “No hay salud pública sin la atención de salud de los migrantes”.