Brevemente, la economía peruana en el 2023 se comportará peor que el 2022, sin llegar a ser algo fatal. Vientos en contra sustentan tal previsión. Los factores internos y externos que la encuadrarán el próximo año ya están establecidos.
El preponderante es la persistente inflación. Ello equivale a un tributo que pagamos todos sin distinción, obviamente afectando severamente a las familias empobrecidas.
Ya se registra seis meses continuos de aumento de los precios de los bienes y servicios, entre 8 y 9% interanual, pese al incremento de la tasa de referencia que el BCR ha realizado mensualmente desde hace un año para contraer la demanda.
Hoy esa tasa está en 7% y es posible que el BCR la prosiga subiendo, pero en dosis menores o más espaciadas. Con los créditos personales y empresariales encarecidos, la demanda bajará en el 2023 y con ello la inflación en cierta medida. Además ya los ciudadanos están agotando lo que retiraron de las AFPs y sus CTS, así como sus ahorros, aparte de que sus tarjetas de crédito han llegado a límites apurados.
A contracorriente para que la inflación se mantenga encima del rango meta del BCR (1%-3%) está el comportamiento de la FED en EE.UU. Allí también se experimenta una muy alta inflación que no cede y se esperan varios incrementos agresivos de su propia tasa de referencia.
Tal dinámica produce el fortalecimiento del dólar, y ello eleva el precio de los productos que otros países importan, usualmente cotizados en dólares. Entonces, los otros bancos centrales del mundo responden a esa inflación importada, subiendo también sus tasas de referencia, formándose un círculo vicioso.
Tal fenómeno de subidas de tasas de interés ocasionará en el 2023 una recesión global, afectando negativamente a países pequeños como el Perú por diversas vías.
Una será el efecto en nuestra balanza comercial, que ya viene bajando desde hace tres meses. Algo por una menor producción de los metales exportados y otro tanto por el incremento del precio de los combustibles, alimentos y muchos insumos industriales que importamos.
La producción y los precios de los metales serán claves para la economía peruana. La producción puede perturbarse sustantivamente, si las comunidades cercanas a los centros mineros logran paralizar diversas operaciones importantes. Si la minera Quellaveco llega a operar plenamente moderará un poco tal declive.
El precio de los metales, ante una recesión planetaria debería tender a bajar. Sin embargo, las nuevas tecnologías demandarán más cobre, litio, zinc, plata, hierro, entre otros que se producen en el Perú. Asimismo, el cierre de varias fundiciones en Europa por el alto costo de la energía podría bajar la oferta y el precio de los metales subir. Habrá alta fluctuación de estos precios.
La guerra Rusia-Ucrania será prolongada y habiendo los países de la OPEP decidido disminuir su producción de petróleo, tendremos altos costos de combustibles en todo el 2023, que se trasladarán a los consumidores.
Con los víveres algo parecido. La producción sufrirá dicha guerra y la escasez de urea provocará una subida de precios de varios alimentos de consumo popular.
¿Qué ocurrirá con el tipo de cambio del sol/dólar en el 2023? En el corto plazo el BCR se las ha arreglado para mantener al sol algo estable, y así no influencie a muchos precios internos cotizados en dólares. Si intenta acciones más agresivas, como una venta sustantiva de dólares se perdería reservas internacionales.
Por otro lado, ante la baja de demanda interna y el enorme y persistente ruido político, habrá una disminución de las inversiones privadas, restringiendo la creación del empleo. Si algo de formalización se había ganado, como rebote post-pandemia del Covid-19, en el 2023 ello puede recaer.
La inversión pública, aunque de lejos menos importante que la privada, estaría afectada por la inexperiencia de las nuevas autoridades regionales, provinciales y distritales, recientemente elegidas. El primer semestre del 2023 se observará una baja ejecución de obras públicas.
Un aspecto gravitante para nuestra economía en el 2023 es la deficiente gestión de los poderes ejecutivo y legislativo, enredados en componendas y defendiendo sus intereses personales, sin solución a corto plazo.
Y por corto plazo, se debe entender los siguientes quince meses, al menos, pues en cualquiera de los escenarios en que se desemboque tal entrampamiento, lo que seguiría es una incertidumbre similar al actual, reprimiendo a los agentes económicos el tomar riesgos mayores.
El Ministerio de Economía y Finanzas poco puede hacer en la situación presente. Cualquier medida radical sobre la oferta o la demanda que intentara ejecutar, sería una mala decisión pues movería negativamente otras variables, creando mayor incertidumbre.
Con un gobierno tan incompetente, es difícil navegar en medio de la tormenta. Estamos a merced de la gran volatilidad de los mercados financieros y no financieros, por lo que lo único seguro es que esa turbulencia lo pagaremos con la tuya y con la mía. En el mejor de los casos, y con cierto optimismo, veremos recién una opción de progreso real el 2024.