Gerente general de Libélula
Las metas de carbono neutralidad se deben complementar con metas de adaptación para asegurar la resiliencia de las empresas frente a la crisis climática. La temperatura promedio se ha incrementado en 1.1°C respecto de la época preindustrial, y todo parece indicar que se sobrepasará el umbral seguro de 1.5°C entre el 2030 y 2052. La conferencia anual sobre cambio climático (COP27) cerró este año con dos hitos históricos: la creación de un fondo para financiar las pérdidas y daños ocasionados por cambio climático; y el lanzamiento de una agenda global de adaptación con 30 metas que incluyen la adopción de prácticas de agricultura sostenible, la implementación de sistemas de alerta temprana y la protección de ecosistemas vulnerables. Se incluyó además la meta de movilizar hasta US$ 300,000 de millones para la adaptación.
La adaptación representa una oportunidad para la innovación y la creación de nuevos negocios. El Foro Económico Mundial ha estimado que US$ 1,8 billones de inversión podrían generar 7,2 billones de beneficios netos al 2030. En términos de empleo, nuevos desarrollos en movilidad, infraestructura y construcción urbana resistente al clima podrían generar 11 millones de empleos en América Latina y el Caribe (BID Invest, 2022). La adaptación además nos plantea el reto de escalar instrumentos financieros de prevención como los seguros. Para Perú se ha calculado que por cada sol invertido se ahorrarían 10 (MINAM). Entonces ¿Cómo aprovechamos oportunidades y reducimos los riesgos de nuestros negocios a través de la adaptación?
En primer lugar, analizando los escenarios de cambio climático y estableciendo metas y estrategias de adaptación. Las empresas deben integrar la adaptación en sus estrategias e inversiones para conocer y gestionar sus riesgos, a la vez que velan por su propio crecimiento económico y el de su entorno. Sectores como minería, agricultura, infraestructura, y el sector financiero, deben analizar los riesgos físicos a los que estarán más expuestos. Se estima que el 50% de la producción de cobre a nivel mundial hoy ya se concentra en áreas de estrés hídrico alto (McKinsey).
En segundo lugar, comprendiendo que una mayor participación del sector privado en la adaptación es un catalizador de inversión para reducir vulnerabilidad y generar oportunidades de mercado con modelos de negocios sostenibles. Soluciones tecnológicas como sistemas de alerta temprana automatizados y prácticas ancestrales como la siembra y cosecha de agua, deben ser escaladas para lograr una adaptación efectiva.
Finalmente, diseñando instrumentos y mecanismos financieros innovadores que permitan aprovechar los crecientes flujos de financiamiento internacional para la adaptación, y reducir los riesgos de las inversiones.