Percy Diez Quiñones, coordinador del Observatorio Tecnológico de la Universidad de Lima
Me volví fan de la serie Star Trek al ver el capítulo donde el teniente Barclay adquiere una inteligencia extraordinaria y le pide a la computadora de la nave Enterprise crear una máquina que nunca había existido. Me fascinó la inteligencia artificial (IA) detrás de eso, capaz de entender lo que se le pedía, interactuar como un ser humano real y, finalmente, crear la máquina. Tuve una suerte de déjà vu al usar ChatGPT por primera vez.
Tras algunos meses del lanzamiento del producto estelar de OpenAI, sigue existiendo gran interés por dicha herramienta, a tal punto que muchos piensan —erróneamente— que es sinónimo de inteligencia artificial, cuando es más preciso indicar que está implementada con tecnologías de IA generativa, que son un subconjunto de la IA, una de las ramas de las ciencias de la computación con la evolución más intensa de los últimos años.
En el Observatorio Tecnológico de la Universidad de Lima, consideramos que responder a tres interrogantes fundamentales nos proporcionará la base para abordar los desafíos relacionados con estas tecnologías: 1) ¿Qué podemos hacer con ellas?, 2) ¿Qué consideraciones debemos tener al usarlas? y 3) ¿Realmente causarán una disrupción radical?
1) La IA generativa recibe su nombre gracias a su capacidad de crear, en cuestión de segundos, contenido original a partir de instrucciones. Esto implica que no solo puede generar texto con respuestas similares a las humanas (como en el caso de ChatGPT), sino también imágenes, videos, documentos y una amplia gama de posibilidades que sin duda se ampliarán gradualmente.
2) Si bien las respuestas de estas tecnologías son impresionantes, no son perfectas. Probablemente, el gran riesgo de las IA generativas de texto sean las “alucinaciones”: respuestas inventadas sobre hechos o cosas que no existen. Por ello, es clave tener mecanismos de control y validación adicionales. Por ejemplo, en aplicaciones como Waze, no es suficiente con ingresar la dirección de destino y comenzar el viaje, sino que es crucial verificar que la ruta propuesta no atraviese zonas peligrosas ni conduzca a un destino equivocado. Por otro lado, como toda tecnología potente, puede ser usada para ayudar a la humanidad o para hacer daño, a veces de manera inadvertida. En un reciente artículo en The Economist, el filósofo e historiador Yuval Noah Harari recuerda cómo tecnologías críticas como la energía atómica fueron reguladas globalmente para evitar un uso inapropiado. ¿Debemos hacer eso también con la IA?
3) La capacidad de la IA de incrementar la productividad o reemplazar tareas tradicionalmente atribuidas a humanos, ha causado tanto entusiasmo como zozobra, dependiendo de si le preguntamos a empleadores o a empleados. Sin embargo, es importante recordar que las disrupciones no suelen impactar tan rápidamente como suelen promover algunos vendedores de tecnología. La clave para cualquier persona u organización es empezar a usarla y buscar aprovecharla al máximo. Cabe, por ello, preguntarnos: ¿ya la venimos utilizando para potenciar nuestra productividad? ¿En nuestra empresa ya existe alguna iniciativa clara para estudiarla e integrarla con nuestras operaciones?