Siempre hemos reclamado que los gobiernos y el Congreso se pongan a trabajar y a coordinar agendas cortas, urgentes, con metas no tan ambiciosas, pero sí muy efectivas.
Hay, evidentemente, muchas necesidades a lo largo y ancho del país, y existen muchas carencias a nivel de todos los sectores, que deben ser atendidas tarde o temprano.
Pero hay hoy tres prioridades que requieren la mayor atención porque, a nuestro entender, son los temas que van a posibilitar atender a las demás: salud, inversión privada y pública, y seguridad.
Si hay salud, hay posibilidades para todo. Si no hay salud, tendremos muchos fallecidos y muchas generaciones perdidas. Se ha avanzado mucho en el tema de salud, y, de alguna manera, se va creando conciencia de la necesidad del autocuidado, y de la responsabilidad personal, familiar y laboral.
Hay un gran trecho por avanzar, porque de alguna manera en estos dos años se ha descuidado el primer nivel de atención y a los pacientes crónicos, y hay todavía un cierto porcentaje de población descuidada e irresponsable. Pero la pandemia ha obligado a avanzar en este tema.
En lo que no hemos avanzado, o mejor dicho, hemos retrocedido muchísimo es en inversión, pública y privada. Por falta de visión, ineficiencias, corrupción, manejo político, o simplemente por desidia o dejadez.
Lo cierto es que esto, que es la “vaca lechera”, la actividad de donde deberían salir los recursos públicos y privados permanentes para atender la educación, la salud, los programas sociales, para cerrar las brechas de infraestructura, para promover el consumo, para promover el empleo, y tantas otras cosas más, no es una prioridad en nuestro país. Por el contrario, parece ser el campo de batalla donde los peruanos acabamos con nuestro futuro.
Un tema que se deriva de esto es el de la redistribución de la riqueza, pero para que haya redistribución primero tiene que haber riqueza, y esa la genera la inversión, privada en mayor medida, y la pública. Si no hay recursos ni riqueza, no habrá todo lo demás.
Y el otro tema prioritario es el de la seguridad. Uno puede enfrentar las crisis políticas y económicas, buscándoselas cada día. Saliendo a “chambear” de lo que sea. Es más, esas crisis pueden generar oportunidades, o pueden poner en marcha esa creatividad y ese empuje que tanto caracteriza al peruano. Pero si la vida –de cada ciudadano y de su familia- corre peligro en cada calle, en la misma puerta de la casa, si hasta los niños son asaltados con armas, si uno no sabe si regresará a su casa al salir cada mañana, o si lo trabajado para el diario es arrebatado aún dentro de un local, restaurante o un ómnibus, ¿qué esperanza puede haber?, ¿qué tranquilidad puede haber para trabajar, para producir, para crear, para vivir?
Si no hay inversión y empleo, y no hay seguridad, muchísimos más peruanos decidirán irse a otros lugares, buscando bienestar y seguridad para su familia. Perderemos recurso humano y los recursos económicos que necesitamos para vivir y crecer. Y los que nos quedemos viviremos encerrados, temerosos, con servicios de baja calidad.