El informe de producción nacional recientemente publicado confirma la caída del PBI por dos trimestres consecutivos, dejando al Perú en la recesión técnica de la que tanto se ha hablado en las últimas semanas. Los sectores que más cayeron, de manera similar al mes de mayo, fueron la pesca y manufactura, afectados por las anomalías climáticas, tal como la agricultura que vio su quinto mes consecutivo en negativo. La caída sigue estando amortiguada por el sector minero dada la operación de Quellaveco desde septiembre de 2022.
Aunque es cierto que otras variables críticas para la economía no vienen cayendo como la producción para hablar de una recesión en el sentido más amplio, tampoco hay motivos para mantenernos aliviados. La inversión privada se mantiene en franca caída, reflejando también la urgencia de una mejor gestión pública pero también de un mejor manejo político que pueda generar confianza más allá de las políticas económicas. El consumo, por su parte, se mantiene positivo pero relativamente débil. El empleo en Lima Metropolitana ha continuado su recuperación en términos del total de puestos de trabajo pero la calidad del mismo no le sigue el paso: el subempleo se mantiene por encima de antes de la pandemia.
Es importante también revisar cómo se están moviendo las cifras de empleo a nivel nacional, más allá de lo que ocurre en Lima. Aunque para ello solo tengamos datos hasta el primer trimestre, que fue un trimestre particularmente negativo por las prolongadas protestas al inicio y el ciclón Yaku hacia el final, llaman la atención varios factores. Si bien es cierto, ha caído ligeramente la tasa de desempleo, la Población Económicamente Activa –es decir, aquellos que trabajan o que buscan activamente un trabajo- cayó junto con el total de la población ocupada. Esto implica que no solo hay menos peruanos trabajando sino que un grupo de quienes no están ocupados dejaron de buscar empleo. La menor ocupación ha afectado sobre todo a los peruanos con menor nivel educativo y que trabajan en empresas de 1 a 10 trabajadores, típicamente asociado a empleo menos productivo y con mayor informalidad.
La caída de la población ocupada se ha dado principalmente en zonas rurales, donde hay 147 mil menos puestos de trabajo. Es en estas zonas donde la pobreza se ha mantenido históricamente elevada, mayor al 40%, y que ahora podría empeorar. Además, es aquí donde el sector agrícola tiene mayor presencia. Este sector ha enfrentado diversas dificultades en los últimos meses vinculados tanto con la mala gestión pública como fenómenos climáticos. Con la llegada del Fenómeno de El Niño Global, cuya real magnitud aún no conocemos, no se espera un avance importante, por lo cual es importante mantener el seguimiento a cómo siguen evolucionando las cifras de empleo en los siguientes meses y a que, junto con generar la necesaria estrategia para la pobreza urbana, el Estado no descuide la pobreza rural.
Respecto al comportamiento del empleo en 26 ciudades principales, en el primer trimestre se observa que la población ocupada se ha reducido en 16 de las 26 en comparación al mismo trimestre de 2022. La peor parte se la han llevado ciudades del sur como Puno y Cusco, con caídas de la población ocupada superiores al 10%. Sin embargo, varias otras ciudades de diferentes puntos del país también han enfrentado retrocesos sin haber sido las principales protagonistas de las protestas que tanto afectaron la economía en el primer trimestre.
La afectación del empleo, en cantidad y calidad, es el efecto más tangible que tiene el magro crecimiento sobre la calidad de vida de los ciudadanos. Se espera que en este año la economía crezca cerca de 1% y sabemos que eso es insuficiente para dinamizar el empleo y los ingresos. Y las familias ya lo están sintiendo: de acuerdo con Ipsos Perú, el 54% de los peruanos indican que sus ingresos han disminuido en los últimos 12 meses y el 72% considera que sus posibilidades de conseguir empleo han empeorado. Así, las políticas públicas van a requerir un rol más activo no solo para generar las condiciones para la inversión y el crecimiento, sino para impedir que sigan avanzando el hambre y la pobreza.
Finalmente, creo importante señalar que enfrascarnos en ponerle un nombre a este contexto económico ha sido y es infructuoso para avanzar. Pensémoslo como estar perdiendo un partido de fútbol. ¿Lo estamos perdiendo por goleada? Alguna definición dirá que sí, otra que no, pero la realidad es una: estamos perdiendo. Y si no hacemos lo que se necesita para impulsar la inversión privada, para crecer decididamente más y para generar empleos formales de calidad simplemente no lo vamos a voltear.