Coordinadora de Investigación de REDES
Recientemente, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) presentó el Marco Macroeconómico Multianual (MMM), en el que revisó a la baja la proyección del crecimiento de nuestra economía en este año de 3.6% a 3.3%. Aunque las décimas puedan sugerir lo contrario, esta reducción no es menor: significa que se espera dejar de producir el equivalente aproximado a todo el presupuesto que recibió el Gobierno Regional de Arequipa este año. A pesar de ello, estas proyecciones parecen pecar de optimistas.
En efecto, las proyecciones de otras entidades, incluido el BCRP, se encuentran todas por debajo de las proyecciones del MEF. Este optimismo es potencialmente riesgoso, pues si sobreestimamos cuánto vamos a crecer, también sobreestimaremos la cantidad de ingresos con que contará el Estado para un gasto previsto, lo que puede afectar los niveles de déficit o endeudamiento. Además, conforme menor sea el crecimiento de la economía, menor será su capacidad de generar empleos. De hecho, en el mejor –y más improbable– de los casos, se crearían poco más de 300 mil empleos este año, lejos del millón prometido por el Presidente en campaña. Hay que considerar que esto nos habla de un incremento de puestos de trabajo ante el crecimiento económico, pero no de la calidad de estos empleos ni en qué tipo de trabajadores se enfocan. Este cálculo, además, podría estar sobreestimado al encontrarse en este momento tan deterioradas las expectativas en la economía.
El problema del empleo no es menor, pues aunque hemos pasado ya los niveles prepandemia en cuanto a población ocupada, el empleo informal ha avanzado más decididamente, especialmente en áreas urbanas donde 7 de cada 10 trabajadores trabajan en la informalidad, sin protección alguna. Además, si bien la informalidad a nivel rural ya no es mayor que antes de la pandemia, esta es muy elevada (95.3%). A nivel nacional, más de 3 de cada 4 trabajadores (76.1%) trabajan en la informalidad.
Es importante tener en cuenta, además, que aunque el empleo en su conjunto se haya recuperado, aún hay grupos de la población que se mantienen rezagados respecto a antes de la pandemia. Entre ellos se encuentran los jóvenes y los trabajadores con educación superior universitaria. Además, la recuperación del empleo se ha dado principalmente en las empresas más pequeñas y menos productivas. En las empresas de mayor tamaño, aún hay medio millón de empleos menos que antes de la pandemia. Y son justamente estas empresas las que generan más empleo formal y de largo plazo.
Si de verdad se quiere reactivar la economía y beneficiar a los trabajadores, es crucial entender que el gran determinante del crecimiento económico y generación de empleo adecuado en el largo plazo es la inversión privada. Sin embargo, incluso el MEF estima que esta no crecerá este año. Es urgente promover un clima que devuelva la confianza para invertir, pero lamentablemente no vemos al Ejecutivo apuntando a esa dirección, en particular con las medidas laborales que viene promoviendo. Si bien la inversión pública es clave también, es importante considerar que esta se ralentizará el próximo año por las nuevas autoridades en los niveles subnacionales.
Para avanzar efectivamente, es importante que el Ministerio de Economía tenga presentes los verdaderos problemas detrás del deterioro de crecimiento, más allá de la situación global que por cierto nos complica: crisis política, mal manejo de conflictos, regulaciones laborales que promueven la informalidad y una confianza muy deteriorada como para pretender que haya aumentos significativos de la inversión sin un giro de timón importante.