El turismo receptivo&nbsp;se ubicó en la tercera posición como generador de divisas después de la exportación de productos mineros, petroleros y agropecuarios. (Foto: El Comercio)<br>
El turismo receptivo se ubicó en la tercera posición como generador de divisas después de la exportación de productos mineros, petroleros y agropecuarios. (Foto: El Comercio)

Las llegadas de turistas internacionales registraron un notable aumento del 7% en 2017, hasta alcanzar un total de 1322 millones, según el último Barómetro OMT del Turismo Mundial. Las previsiones apuntan a que este fuerte impulso se mantendrá a lo largo de 2018, con un ritmo de entre el 4 % y el 5 %. En América Latina y el Caribe, se registraron 207 millones de llegadas de turistas internacionales en 2017, lo que supuso un incremento del 3 % con respecto al año anterior.

Según los datos disponibles, la región andina recibió alrededor de 14 millones de visitantes extranjeros al año. Esta situación, aunque relativamente modesta, quedó muy bien expresada por el viceministro de Colombia, Juan Pablo Franky, cuando dijo que “somos menos del 0.5 % del turismo mundial en llegadas, pero esto no es negativo; por el contrario, significa que tenemos una oportunidad de crecimiento enorme”. La potencialidad de esta región está anclada en su alta diversidad (cultural, geográfica, gastronómica, etc.) y en un momento histórico de relativa estabilidad social y económica, como en el caso de Colombia, que deja atrás décadas de conflicto armado interno. En este contexto, y aunque el turista todavía tiende a enfocarse en atractivos tradicionales como Cusco, Cartagena o las islas Galápagos, urge explorar mejor la diversidad de los países andinos, que cuentan con variedad de paisajes, culturas, climas, arquitectura etc.

En el turismo mundial, existe una tendencia creciente por preferir destinos turísticos novedosos, que le ofrezcan al viajero experiencias auténticas pero que, al mismo tiempo, le garanticen condiciones adecuadas de servicio y seguridad. En los países andinos todavía resulta complicado identificar y posicionar lugares turísticos que cumplan con estos criterios de novedad, calidad y seguridad, particularmente en las zonas de menor desarrollo, como las zonas rurales. Para avanzar y desarrollar este sector de forma plena, hay que afrontar varios problemas como la baja atracción de inversiones locales e internacionales, la percepción de inseguridad, la readecuación de la infraestructura, el desarrollo del capital humano, la informalidad, la falta de organización empresarial, etc. Este artículo se enfoca en los tres últimos aspectos, sumamente relevantes para la OIT.

La OIT reconoce a la informalidad, en forma general, como uno de los problemas principales de las economías andinas (y latinoamericanas). En América Latina, 140 millones de personas trabajan en la informalidad, es decir, más de la mitad de la fuerza laboral total. Se trata de trabajadores que no están cubiertos por la legislación laboral y, por lo tanto, no están sujetos a las reglas formales del mundo del trabajo ni a la justicia laboral correspondiente; no cotizan a la seguridad social y, por consiguiente, no son parte del Estado de bienestar, ni del pacto social que debe caracterizar a las sociedades modernas; tienen, en su mayoría, empleos de baja productividad y, en consecuencia, sus ingresos son bajos. Además, un promedio de 60% - 70% de las empresas en la región andina operan en la informalidad. El sector turismo no es ajeno a esta problemática. En la región de Cusco (Perú), por ejemplo, el 37% de los 1,700 operadores de turismo es informal. Recientemente, se han vivido allí varios incidentes graves, con pérdidas de vidas, asociados precisamente a empresas informales. Se requiere trabajar la informalidad partiendo de un análisis profundo y participativo de las causas particulares y contextuales del sector y elaborar incentivos para una formalización empresarial y laboral duradera.

Por otro lado, la falta de organización en el sector es también un obstáculo importante para garantizar un crecimiento sostenible y se refleja, entre otros, en la dificultad de construir una oferta integral con condiciones adecuadas, tanto para los consumidores como para los trabajadores y empleadores del rubro. La organización debe trabajarse en tres niveles: en primer lugar, a nivel de las cadenas turísticas, vinculando guías, hoteles, transportistas, etc.; en segundo lugar, fortaleciendo la coordinación público-privada y orientando sus esfuerzos e inversiones hacia el desarrollo turístico en forma conjunta; y, finalmente, promoviendo la organización sectorial de oferentes de servicios turísticos, reflejada en asociaciones y cooperativas sólidas. Los tres niveles de coordinación son un requisito esencial para el desarrollo de estas experiencias novedosas a las que nos hemos referido antes, como un turismo rural sostenible que, al mismo tiempo, garantice el trabajo decente y el respeto del medioambiente y la cultura local.

La mejora organizativa del sector exige, también, una adecuada y oportuna disponibilidad de capital humano formado y motivado. Las experiencias turísticas muchas veces son evaluadas por los turistas, no tanto por sus atractivos materiales, sino por las fortalezas y debilidades del contacto humano: los transportistas, guías, meseros, etc. El fortalecimiento de la atención al turista, cada vez más exigente, es un reto primordial, particularmente en las zonas rurales. Es importante analizar y construir perfiles ocupacionales adecuados y crear un sistema de formación y aprendizaje continuo. Resulta imperativo apostar por la inversión y revalorización del capital humano a través de incentivos financieros y no financieros, especialmente en un sector con tan alta rotación del personal.

Desde la OIT, trabajamos con los actores nacionales y locales fortaleciendo sus capacidades, realizando análisis de cadenas turísticas y promoviendo la formación de emprendimientos locales y rurales, con particular énfasis en grupos vulnerables como mujeres y jóvenes, con el objetivo específico de generar trabajo decente y empresas sostenibles. Apoyamos al sector público y privado en el desarrollo de políticas alineadas a las Pautas sobre Trabajo Decente y Turismo Socialmente Responsable de la OIT, y ponemos a su disposición instrumentos de formación mundialmente validados por la Organización, como Inicie y Mejore su Negocio, Gestión Asociativa en Turismo y formación para el Turismo Rural Comunitario.

Creemos que, en conjunto, los actores locales, públicos, privados, comunidades y constituyentes, podemos desarrollar este turismo sostenible en la región andina y aprovechar el potencial de un sector en pleno crecimiento.

Por: John Bliek
Especialista en Empresas, Cooperativas y Desarrollo Rural de la Oficina de la OIT para los Países Andinos