Melina Masnatta, Global Learning & DEI Director Globant.
¿Alguna vez te has detenido a pensar en el tamaño de tu Smartphone? Ese dispositivo que se pensó en cada pulgada, que cuida todos los detalles y que no deja nada librado al azar tiene determinadas dimensiones. El modelo de mano que usaron como “estándar” es el del hombre blanco adulto americano. Para muchas mujeres, la solución fue ponerle el anillo por detrás y poder agarrarlo de manera más sencilla. Esta solución, inmediata y superficial, esconde un problema más profundo que tiene que ver con la sobreadaptación a la que se ven sometidas muchas mujeres, en este caso, por no haberse considerado un diseño con distintas perspectivas que abarque a diferentes personas usuarias.
Un estudio de la Universidad de Virginia mostró hace algunos años que las mujeres tenían un 47% más de chances de sufrir lesiones graves en accidentes que los hombres. El motivo es muy sencillo: la seguridad se diseñó pensando en hombres estándar y los cinturones se ajustan mejor. Se utilizan hasta 20 muñecos de diferentes tamaños y pesos para los tests, pero los femeninos están subrepresentados. El sexismo invisible se transformó, de modo literal, en una cuestión de vida o muerte. David Lawrence, especialista en prevención de lesiones por la Universidad de San Diego, una vez lo explicó: “quienes fabricaban y diseñaban solían ser mayoritariamente hombres, así que no se les ocurrió que debían diseñar para personas diferentes a ellos”.
Los celulares y los tests de seguridad son tan solo ejemplos de los muchos que impactan, ahora bien ¿qué sucede cuándo el impacto es a gran escala? La respuesta puede estar en las empresas tecnológicas. Actualmente son 6 de las 8 compañías más importantes en capitalización de mercado a nivel mundial y posiblemente sean las organizaciones que más impacto tengan en la vida de las sociedades del futuro. Desarrollos que hoy ni siquiera podemos imaginar, seguramente cambien nuestra forma de vincularnos, de entretenernos, de trasladarnos, de pagar y otros tantos aspectos. El desafío es que para la creación de estos nuevos mundos haya un enfoque diverso tanto en la implementación como en el resultado para que no suceda lo mismo que en los antiguos tests viales.
Un ejemplo más actual revitaliza este debate ético: en 2019, un informe de la Universidad Tecnológica de Georgia detectó que las personas de tez oscura eran reconocidas en un 10% menos de ocasiones por los sensores de los autos autónomos. El problema, otra vez, había sido la falta de diversidad a la hora de desarrollar esta tecnología: la base fotográfica sobre la que la elaboraron tenía casi exclusivamente personas de tez blanca.
La inteligencia artificial es uno de los desarrollos más fascinantes que el hombre ha podido lograr en toda la historia. Sin embargo, los desafíos en torno a incluir a las minorías en procesos de diseño y desarrollo dio lugar a que se empiece a hablar de una “inteligencia artificial humanizada”. Una encuesta de la empresa IBM, en conjunto con Oxford Economics, arrojó que el 68% de las organizaciones creen que tener un espacio de trabajo diverso e inclusivo puede ser importante para mitigar estos sesgos.
Del dicho a la realidad todavía hay una larga distancia. Statista afirma que globalmente sólo el 30% de las personas que trabajan en ámbitos STEAM son mujeres, y aquellas que llegan a tener trabajos vinculados a tecnología dejan la industria un 45% más que los hombres. Una de las principales causas es la falta de igualdad salarial y desarrollo de carrera.
En este contexto, Globant lanzó un estudio llamado Globant IT Voices, para conocer cómo la pandemia y la pospandemia impactó en la vida laboral y personal de las mujeres que son parte de la industria tecnológica. Uno de los principales hallazgos es alentador y estuvo relacionado justamente con los salarios: el 41% manifestó haber percibido un aumento de su sueldo.
Por otro lado, desde la perspectiva de liderazgo, según el World Economic Forum, en la industria tecnológica, las mujeres encabezan solo el 24% de las organizaciones. El porcentaje es bajo y todavía está lejos de otras industrias como la educación (46%) o los servicios personales (45%). Más allá de esto, es interesante analizar - basándonos en los datos del World Economic Forum - cómo el aumento en la proporción de puestos de liderazgo comenzó a mejorar desde 2016 a nivel mundial en el rubro.
Una de las conclusiones de este Global Gender Gap Report, que se elabora anualmente, apunta en forma directa a garantizar que las mujeres se incorporen a las “profesiones del futuro y que diseñen nuestras futuras economías”. También puntualiza en la dedicación a la inteligencia artificial, computación en la nube, los datos y la biotecnología.
Además de medir la fuerza laboral, el informe analiza la situación de los diferentes países. En el caso del Perú, consiguió la mejor marca de su historia en brecha de género. Pasó del puesto 62 en 2021 al 37° a nivel mundial, siendo uno de los de mejor rendimiento de la región. Este dato puede ser crucial para aplicarlo en la industria tecnológica. Según el Banco Interamericano de Desarrollo se necesitarán 1,2 millones de desarrolladores de software en Latinoamérica y esto podría aportar oportunidades concretas de empleo para solucionar cuestiones clave como, por ejemplo, la informalidad económica que alcanza a más del 75% de las mujeres en Perú, según INEI.
Si el futuro es tecnológico, como sociedad debemos colaborar para que se incorporen más mujeres a los espacios de trabajo y a las mesas de las decisiones. El beneficio no será exclusivamente para un sexo específico, sino para todos. El informe Diversity Matters, elaborado por la consultora McKinsey en 2021, indica que la diversidad de género tiene una correlación positiva con la salud organizacional de las compañías, algo vital en las nuevas configuraciones que trae la pospandemia.
Aunque de a poco hay desafíos que se están abordando y logros, que años atrás eran inimaginables, que se están concretando, aún queda un largo camino por recorrer y muchas deudas por saldar. Un paso importante para reducir las distintas brechas de manera real tiene que ver con desafiar a los diseños tecnológicos, y ese es un compromiso que la industria debe asumir en articulación con diferentes actores y organizaciones.