Se han presentado en el Congreso hasta cuatro proyectos de ley para que los trabajadores formales sigan retirando fondos de sus AFP (uno plantea incluso el retiro del 100%). Más allá del grave impacto económico en el corto plazo, es importante reflexionar sobre los efectos en el largo plazo, respondiendo algunas preguntas: ¿Hacia dónde nos conducen estos retiros? ¿Qué va a pasar con el sistema privado? ¿En qué quedó la reforma integral de pensiones pendiente?
Durante la pandemia se autorizaron cinco retiros que significaron cerca de S/ 66,000 millones desembolsados, de un fondo de S/ 150,000 millones, sin que se hayan dado medidas sustitutorias sobre la pensión afectada. Nuevos retiros seguirán desnaturalizando el objetivo del fondo y tendrían impactos negativos, además, en el tipo de cambio, en el riesgo país y las tasas de interés, según el BCRP. Más allá de ello, estas medidas no afrontan el reto más importante: La reforma integral del sistema de pensiones. Hoy sólo uno de cada cuatro peruanos de la PEA aporta a una pensión y sólo uno de cada dos recibe una pensión. Esto se agravará pues estamos ad-portas de cambios radicales en nuestras tendencias demográficas, como se advierte en el libro “El Porvenir de la Vejez: Demografía, Empleo y Ahorro”.
Dicha publicación señala que el Perú será un país de jóvenes sólo hasta el 2030, es decir, en menos de ocho años se acabará el bono demográfico, con una tendencia clara: El envejecimiento de nuestra población. Los mayores de 65 años pasarán de ser el 10.5% del total en el 2015 al 30% en el 2050 y al 59% en el 2075. Por estructura de edades, el Perú se parecerá a un rombo, como un país europeo.
Este cambio demográfico complicará la capacidad de financiamiento para pagar las pensiones de los mayores y alargará el periodo de pago pues la esperanza de vida subirá casi a 80 años al 2050. Esto genera el reto de lograr un cambio estructural en el sistema para hacerlo sostenible, además de cambios en la legislación laboral, seguridad social, sistema financiero y otros. Todo tendrá que ser repensado.
Actualmente, el sistema público y privado se financia con aportes de los trabajadores dependientes formales (4,5 millones de una PEA total de 16,8 millones) y no toma en cuenta a los independientes, cuyo aporte es voluntario. Es una restricción estructural que ya no es sostenible.
Se requiere un sistema único, con una sola cabeza en su conducción y basado en tres pilares: i) El pilar universal con pensiones básicas para todos ii) El pilar contributivo obligatorio, con cuentas individuales y/o un fondo colectivo solidario y iii) El pilar de ahorro voluntario, para lograr mayores pensiones. Para ello, el financiamiento tendrá que cambiar drásticamente a esquemas distintos a las contribuciones basada en las planillas e incluir a los independientes e informales.
Para lograr una vejez saludable, productiva y de calidad, requerimos además un cambio de visión en por lo menos tres aspectos: Primero, la jubilación debe ser vista no como algo negativo sino como una oportunidad para disfrutar lo que no se pudo en la edad laboral. Ello pasa por planificar el cuidado de la salud y tener alternativas de ingresos adicionales. Segundo, generar una cultura previsional, con un esfuerzo sistemático para que los peruanos sean sensibles a ahorrar para su pensión futura. Y tercero, las empresas deben ofrecer educación previsional a sus trabajadores y acompañarlos en tomar mejores decisiones. No hacerlo sería petardear la renovación necesaria en toda empresa.
No debemos desplazar lo urgente por lo importante. Debemos tener un sistema previsional que garantice una pensión digna. Hoy estamos lejos de ese objetivo. Ni el sistema privado ni el público han podido satisfacer ese elemental derecho. No podemos dejar las cosas como están.