Periodista
La elección del domingo, por lo menos en Lima, no tiene nada de vecinal, pero sí mucho de política con la misma polarización que ya hemos vivido en la campaña electoral presidencial, y que seguimos viviendo aún ahora.
Las propuestas no han sido tan importantes para los candidatos. Lo central ha sido marcar una línea frente a la coyuntura, frente al Gobierno, o frente a las corrientes “políticas” o “ideológicas” en pugna, y atacar o defenderse de las arremetidas de los contendores o simpatizantes de estos.
Los temas (seguridad ciudadana, educación, salud, etc.), con un planteamiento tan poco realista, desproporcionado y populista, han sido en realidad (y aunque parezca contradictorio) la parte más débil de cada campaña. Los defectos y errores de las últimas campañas se han multiplicado y se han acentuado en esta, y no hubo nadie capaz de hacer algo realmente diferente.
Parece que asistimos a una nueva temporada de una miniserie que tiene los mismos guionistas y productores, y hasta los mismos protagonistas. Y quizás por ello a los electores no les despierta ya el interés, porque, en otro nivel y con otra escenografía, es más de lo mismo.
Y decimos más de lo mismo, porque los mismos errores, las mismas pugnas, y casi hasta las mismas frases, son parte del día a día en la lucha cotidiana entre el Ejecutivo y el Congreso, por ejemplo.
A pesar de las expectativas que se generaron con la elección del nuevo presidente del Congreso, tuvo un mal debut, cometiendo varios errores, lo que significó un nuevo y duro revés para una oposición de la que él forma parte.
Teniendo al frente a uno de los miembros del gabinete con más debilidades y acusaciones, no se le pudo censurar, y peor aún, se tuvo que retroceder en el intento de reconsideración, a pesar de haber convocado, insistido y casi conminado a los congresistas para participar de un nuevo pleno que tuvo que ser cancelado horas antes.
La crisis del Ministerio del Interior y de la Policía, no es poca cosa. Y políticamente constituye uno de los temas más delicados. Se trata de un sector que cada vez más acrecienta la percepción –por la actuación de algunos de sus miembros- de ser el gran protector del presidente y de su entorno. Haber fracasado en este intento o ¿remedo? de control político, no es poca cosa.
Pero hay más. Hasta ahora la actuación institucional de las Fuerzas Armadas no estaba en cuestión. Sin embargo, las referencias ahora a la Marina y a la FAP en lo referente a los viajes del presidente y de sus acompañantes en el avión presidencial, la designación del ministro de Defensa y su vinculación con Antauro Humala, la actuación de altos mandos del Ejército, y el proceso de ascensos que se viene, ponen a prueba esa institucionalidad. Es necesario mejorar el control político para evitar que la imagen y la actuación de las Fuerzas Armadas corran la misma suerte que una parte del sector Interior.