Director, Strategy and Employee Engagement de Scotiabank
Cuando Henry Timms instituyó el Giving Tuesday (Un Día para Dar, en español) hace más de una década, su idea fue formar un movimiento que promueva la solidaridad y las buenas acciones y genere lo opuesto a fechas como Black Friday o Cyber Monday, enfocadas en el consumismo e individualismo. Giving Tuesday es hoy una cruzada filantrópica con incidencia en más de 85 países en el mundo, que moviliza a millones de personas en actividades de voluntariado y donaciones, y que recauda miles de millones de dólares en favor de organizaciones sociales. Lo más importante: nos lleva a reflexionar acerca de las condiciones en la que cada uno de nosotros vive y la capacidad que tenemos de aportar para que otras personas puedan acceder a mejores oportunidades.
Bajo la mirada de Timms, un acto de solidaridad tiene el poder de generar cambios en nuestro entorno cada día y contribuye a formar una sociedad fuerte y saludable. Las expresiones de generosidad representan un ejercicio activo de nuestra ciudadanía y son más significativas que otros actos como el de votar, que ocurren cada cuatro o cinco años y no necesariamente implican una reflexión sobre nuestro entorno. La filantropía nos permite reconocernos como parte de un colectivo, miembros de una comunidad, y diversos estudios señalan que su madurez está directamente relacionada con la confianza de una sociedad. Mientras mayor es la confianza que existe entre sus distintos actores, más desarrollada es su cultura filantrópica.
En una columna anterior, compartí algunos datos sobre la aún incipiente filantropía en el Perú, tanto a nivel individual como a nivel organizacional. Entre las razones que explican esto, encontramos que no existe en el país la infraestructura o, mejor dicho, mecanismos que promuevan una mayor participación y que generen consciencia sobre la importancia de la filantropía para el cierre de brechas. Salvo algunas campañas vinculadas a temas de salud, tampoco se ha hecho un esfuerzo grande para darle mayor visibilidad a organizaciones sociales de amplia trayectoria, con credenciales y resultados que demuestren el impacto que están teniendo en distintos frentes. Tampoco podemos decir que existe una política impositiva bien estructurada y conocida sobre los beneficios tributarios al donar –muy difícil con los niveles de informalidad que tenemos–, como sucede en muchos otros países del mundo donde es parte de los incentivos que mantienen a una masa de personas como donantes activos.
En un país enfrentado por distintas formas de pensar y donde la política muchas veces nos empuja a campos opuestos, la oportunidad de fortalecer nuestros vínculos a partir de la solidaridad es grande. Va más allá de ideologías y se basa en la premisa de que todos los peruanos queremos vivir en un país donde nos preocupemos y cuidemos los unos a los otros. Empecemos a cultivar esa filantropía en casa como un primer paso. Conversemos en familia acerca de las causas sociales que más nos importan o que sentimos más cercanas a nuestro entorno; busquemos organizaciones a lo largo del país que estén trabajando por ellas; decidamos cuál va a ser nuestro aporte en conjunto; involucrémonos, ya sea a través de tiempo o donaciones, para ayudar a que estas organizaciones sigan avanzando en su misión; y hablemos de la importancia de la solidaridad con nuestras redes de contactos para contagiar este espíritu de colaboración. Solo así podremos encontrar más razones para unirnos en vez de seguir divididos.
Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor.