Director de Videnza Consultores
Alrededor del 50% de la variabilidad del PBI nacional se explica por factores externos, y en esa línea, el Perú contó con un entorno internacional altamente favorable con una expansión de los términos de intercambio de 11.1% en 2021 que apuntaló el crecimiento económico. Este entorno se vio impulsado por la rápida recuperación de la industria manufacturera mundial y las mejores perspectivas para la inversión en infraestructura en las economías desarrolladas. Sin embargo, con un mundo que ha crecido por encima de su potencial, la preocupación hoy se centra en la elevada inflación.
Las minutas de la reciente reunión de la junta monetaria de la Reserva Federal de los EE.UU. señalan la intención no solo de acelerar la reversión de la enorme inyección de liquidez monetaria, sino que anticipa el pronto inicio del incremento de las tasas de interés. El mercado ha internalizado este cambio y ahora espera un incremento de 100 puntos básicos antes de fin de año. Esto gatillará una reversión de los flujos de capital externo de los mercados emergentes hacia las economías desarrolladas y, potencialmente, podría ser fuente de inestabilidad en los mercados financieros. Además, el riesgo se centra en el eventual impacto que tendrían las nuevas olas y variantes del covid-19, el desempeño de economías sistémicas como China, el efecto sobre las cadenas de suministro global y las perspectivas sobre los mercados de commodities.
Pese a que la vacunación ha mostrado ser efectiva para mitigar los impactos adversos de la pandemia, la marcada propagación de la nueva variante ómicron ha hecho que se retomen nuevamente medidas restrictivas y se limite la movilidad social en la mayoría de los países, incluido el nuestro ante la tercera ola. Aunque se descarta regresar a medidas más restrictivas del pasado, no hay certeza del impacto de la nueva variante que representa más del 50% de los casos nuevos de covid-19 a nivel mundial.
“Perú contó con un entorno internacional altamente favorable con una expansión de los términos de intercambio de 11.1% en 2021 que apuntaló el crecimiento económico”.
En este contexto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la economía mundial crezca en el 2022 a un menor ritmo que el año pasado. Si bien la economía global recuperó los niveles de producción prepandemia, esto no ha sido el caso del mercado laboral, especialmente en el mundo emergente. El empleo mundial aún se mantiene por debajo de sus niveles prepandemia, lo que refleja una combinación de brechas negativas de producción, temor de los trabajadores a la infección en el lugar de trabajo y cambios en la demanda de mano de obra a medida que aumenta la automatización en algunos sectores.
A lo anterior se suma la preocupación por el repunte de la inflación global, siendo el caso más pronunciado el de los Estados Unidos que registra su mayor valor en 40 años. Esta situación refleja una combinación de desajustes entre la oferta y la demanda inducidos por la pandemia y el aumento de los precios de las materias primas. Según proyecciones del FMI, se espera que los niveles de inflación alcancen su valor máximo los primeros meses del 2022, y que vuelva a los niveles anteriores a la pandemia hacia fines de año o inicios del próximo.
En cuanto al comercio internacional, se proyecta que crezca a una tasa de 6.7% en el 2022, mientras que para el horizonte 2023-2026 se proyecta que se estabilice en torno a una tasa de crecimiento de 3.5% anual. Estas proyecciones están sujetas a las medidas que adopten los países frente a las sucesivas olas de la pandemia. Por ejemplo, en el caso de China, se sigue adoptando la estrategia de tolerancia cero que incluye el cierre de colegios, restaurantes, locales comerciales e industriales, así como eventuales confinamientos. Además, las interrupciones en las cadenas de suministro, consecuencia de los controles fronterizos y las restricciones de movilidad, han hecho que los fletes se multipliquen por 10 entre 2020 y 2021, lo que genera aumento de precios, escasez de ciertos productos y congestión en los puertos. En el mejor de los casos, este fenómeno se disipará lentamente en el curso del año.
Se espera que los precios de los commodities energéticos se mantengan elevados en 2022. Según el Banco Mundial, el precio del petróleo crudo (que cerró con una cotización de US$ 75.2, 50% más que en el 2020) se estabilizará en torno a los US$ 80 por barril en 2022 en la medida en que la demanda mundial de crudo se consolide y recupere los niveles prepandemia. La dinámica entre los países productores del OPEP y los de shale oil, la intensidad del invierno en el hemisferio norte y las siempre latentes contingencias geopolíticas marcarán la evolución del mercado energético. Por otro lado, los precios de alimentos internacionales se incrementaron en 28.2% en 2021, proyectándose una ligera reducción este año.
Estas previsiones son particularmente sensibles para nuestro país al explicar el pico de 10% que registró la inflación de combustibles y alimentos en el 2021. Las expectativas inflacionarias según la encuesta más reciente del BCR apuntan a que estas presiones se mantendrían en el corto plazo, cediendo gradualmente hacia fines de año. El instituto emisor se encuentra adoptando una política monetaria más restrictiva con incrementos en la tasa de referencia hasta frenar las expectativas inflacionarias.
El Gobierno puede hacer poco para revertir esta situación; sin embargo, puede aprovechar la ventana externa que aún tienen los mercados de metales y cambiar su política antiinversión privada (manejo de conflictividad social, voracidad tributaria y cambios en la ley de minería) por una más sensata que atraiga mayor inversión. Hasta el momento, se han desperdiciado los vientos favorables externos para apuntalar el crecimiento potencial. A futuro, se vislumbra que un deterioro del entorno internacional condicione las perspectivas económicas. En este contexto, mayor pragmatismo en un gabinete remozado con un horizonte más claro y mayor consistencia interna podría permitir que se dé este giro.