Socia de Vodanovic Legal
Hace poco se dio a conocer que la banca peruana ha registrado utilidades récord por S/ 10,119 millones durante el 2022, un crecimiento del 40% respecto del 2021 (S/7,217 millones). Estos mayores ingresos responden a la recuperación de la actividad económica, al aumento del costo de los créditos, la diferencia del tipo de cambio y otros factores. Dichos resultados evidencian que, incluso en plena crisis de los últimos años, tenemos un sistema financiero solvente y sólido, lo cual es consecuencia de haber adoptado como país una regulación y supervisión con estándares internacionales (Basilea III), liderada por instituciones técnicas como la Superintendencia de Banca y Seguros y AFP y el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
Los servicios de la banca son esenciales para las familias y nuestra economía, y por más que no se trate de servicios públicos, pues los brinda el sector privado (salvo excepciones como el Banco de la Nación), cumplen un rol que es de alto interés público. Si bien es muy importante en el Perú que cuidemos y consolidemos a las pocas instituciones que funcionan (la banca es una de ellas), también es importante pedirles más acciones que incluyan a más peruanos.
Así, ¿qué esperaríamos de la banca en el contexto actual? En primer lugar, sería importante que todo el sistema financiero, sin excepciones, continúe y profundice la ruta digital emprendida para que más peruanos podamos depositar, financiarnos, transferir, pagar y recibir pagos sin tener que recurrir a oficinas o firmar papeles (“cero papeles, todo digital”). En segundo lugar, la banca debería liderar la interconexión y la interoperabilidad de todo el ecosistema digital en curso. Esto permitiría que los peruanos podamos transferir y pagar sin importar quién emitió qué billetera, dejando que otras entidades se interconecten a través de ellos, con reglas de juego razonables, pues se trata de generar un ecosistema sano e inclusivo y la única forma de hacerlo es permitiendo la interconexión con otros actores. Y, en tercer lugar, sería importante profundizar su trabajo a favor de la inclusión financiera con acciones que involucren, por ejemplo, la educación financiera digital en zonas urbanas y rurales, la mejor experiencia usuario de los segmentos que buscan incluir y brindar fuertes estándares de seguridad, y operacionales para tener más productos y servicios seguros y confiables.
Es cierto que, a diferencia de la salud o la educación, los servicios financieros funcionan y están dentro de los sectores más y mejor regulados del país, pero la regulación siempre está un paso atrás de los nuevos avances de la industria y las nuevas necesidades del mercado. Adelantarse a la regulación y liderar la satisfacción de estas nuevas necesidades de más peruanos es lo que se esperaría de la banca de hoy para contribuir mucho más al desarrollo del país.
Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor.