Director Gerente de Phase Consultores
Hace muchos años, leí en un libro de Psicología que pertenecía a mi mamá el concepto de “acto fallido”: aquel que se manifiesta de forma diferente, e incluso contraria, a la intención inicial. En ese sentido, denominar “segunda reforma agraria” a los anuncios para el sector recientemente realizados por el Gobierno, lo es. Más que un homenaje, queda implícito en el nombre el reconocimiento de que la original no funcionó y que por eso es necesaria otra.
En efecto, las cifras de largo plazo de la producción agraria en el Perú muestran que la “primera reforma” distó mucho de potenciar al sector. Así, entre 1969 y 2019 el valor de la producción agrícola se multiplicó por 3.7, mientras que el PBI total, reflejando un dinamismo del resto de la economía superior al del sector agrario, se multiplicó por 4.8.
Ahora dividamos el mismo horizonte en dos períodos de 25 años. Entre 1969 y 1994, los productos agrícolas crecieron en total alrededor de 50% (a una tasa promedio anual –t.p.a.– de 1.6%), mientras que el PBI total lo hizo poco más de 60% (con una t.p.a. de 1.9%). Luego, entre 1994 y 2019, ambas tasas aumentaron significativamente: mientras los productos agrícolas se multiplicaron en conjunto por 2.5 veces (t.p.a. de 3.7%), la producción nacional lo hizo en 3 veces (t.p.a. de 4.5%). Esto refleja que en los primeros 25 años de la muestra, caracterizados principalmente por una relativamente alta intervención estatal en la economía, no solamente el sector agrario fue poco dinámico, sino que el magro desempeño económico fue generalizado. Mientras tanto, durante los 25 años siguientes el panorama mejoró incluso en el sector agrario.
Observemos a este último con mayor detalle. Hemos dicho que en 50 años, la producción agrícola se multiplicó por 3.7. Pero los productos agroindustriales (maíz amarillo duro, caña de azúcar, …) lo hicieron solo 2.1 veces y los dirigidos al mercado interno (papa, cebolla, tomate, …) lo hicieron en 3 veces, mientras las agroexportaciones se multiplicaron por 12.1. Más aún, mientras las tradicionales (como café) lo hicieron por 5.3, las no tradicionales (como espárrago, uva y, destacablemente, arándano, ignoto en nuestra agricultura no solo en 1969 sino hasta hace poco más de 10 años) por 24.1. Asimismo, tal como en el agregado, cada uno de estos subgrupos de productos agrícolas creció más desde 1994 que en la primera mitad del período. Nuevamente, en este caso la agroexportación no tradicional muestra el comportamiento más destacable, al multiplicarse casi por 6 desde 1994; esto deja un ritmo promedio anual de crecimiento de economía asiática en una parte que ya representa 20% de nuestra agricultura: 7.4% en 25 años.
Sin embargo, el buen desempeño del sector agroexportador no tradicional parece ya verse afectado por la Ley 31087, mediante la cual se derogó el régimen especial agrario. Así, en lo que va del 2021, el empleo formal en el sector agrario ha caído, al contrario de lo observado a lo largo de varios años, incluso el 2020, a pesar de la pandemia.
El motor de la expansión agrícola no solo parece estar apagándose, sino que, además –dada la ausencia de políticas que promuevan activamente la inversión privada y mejoras en la productividad (y no solo en el sector agrario)– el Gobierno no está tomando las acciones necesarias para que se vuelva a prender.
Por ello, más que un futuro régimen efectivamente dinamizador del sector agrícola, resulta probable que más adelante, viendo que las dos primeras no funcionaron, un nuevo presidente con el diagnóstico equivocado lance la tercera reforma agraria.