Juana Kuramoto - Jefa de la Oficina de Investigación y Desarrollo -Profonanpe
Las mujeres tenemos una vocación por cuidar e interesarnos por los demás. Esto se refleja en la selección de nuestras carreras profesionales. Según el III Informe Bienal de Realidad Universitaria de 2022, el 97% de los estudiantes matriculados en la carrera de Educación Inicial son mujeres, el 92% en Trabajo Social y el 87% en Enfermería. Si incluimos el cuidado a la naturaleza, encontramos que el 56% en Biología son mujeres y el 51% en Ecología y Medio Ambiente. Las cifras también nos indican que estas tendencias se repiten en los niveles de postgrado y en la trayectoria profesional.
En el ámbito de la ocupación laboral dentro de la industria, las mujeres contamos con motricidad fina y nos contratan mayoritariamente en ciertas tareas de la agroindustria, del procesamiento de alimentos, la soldadura de partes pequeñas, entre otros.
Se puede mencionar que estas especializaciones de estudios y de ocupaciones laborales son sexistas, que las mujeres debiéramos estudiar equitativamente en cualquier tipo de carrera, especialmente las de ciencias como Computación en donde solo el 13.5% son mujeres o en Ingeniería Civil en donde la participación es del 21%. Y, se podría señalar que estas especializaciones son las que perpetúan las brechas salariales entre hombres y mujeres. Según el INEI, en el Perú, entre abril del 2021 y marzo del 2022, el ingreso promedio de las mujeres era 71% del de los hombres.
Estas cifras representan principalmente la realidad urbana, pero a nivel rural son más desalentadoras. Según el proyecto CREER, el 23.5% de las mujeres en áreas rurales son analfabetas, 8% abandonan la escuela y de ellas el 38% desertan por motivos familiares, 27% de las adolescentes rurales (entre 15 y 19 años) ya estuvieron embarazadas y, por último, 46% de las mujeres rurales (entre 15 y 29 años) no tienen ingresos propios.
Ante estas cifras en las zonas rurales, poner en valor las cualidades femeninas de cuidado puede hacer la diferencia entre vivir una vida en la más absoluta pobreza y no tener un lugar ni voz dentro de sus propias comunidades.
Desde Profonanpe, se administran y ejecutan intervenciones para promover la conservación de la biodiversidad y ecosistemas, la mitigación y adaptación ante el cambio climático. Muchas de las actividades que se realizan involucran mujeres que han podido contribuir considerablemente con estos objetivos, al mismo tiempo que han logrado generar ingresos.
En el ámbito de comunidades amazónicas, resalta Balbina que se ha dedicado a la incubación de huevos de taricayas. Este tipo de tortuga vive en un ecosistema de cochas, rico en peces que permite que los pobladores del pueblo Kandozi puedan pescar artesanalmente. La taricaya ayuda a la regeneración de los bosques inundables y cochas cuando dispersan las semillas de frutos y vegetación acuática que comen. Esta especie ha estado en peligro de extinción debido a los depredadores naturales y a la caza, ya que la tortuga misma y sus huevos son consumidos por el hombre. Lo cual también ponía en peligro el hábitat de los peces.
Balbina y un grupo de mujeres de su comunidad, todas ellas solteras o viudas, se dedican a recolectar los huevos y a incubarlos hasta que las taricayas son liberadas en las cochas. Esta actividad les ha permitido generar un ingreso y ser reconocidas por su labor en toda la comunidad. Otras mujeres de la misma comunidad se dedican a eviscerar y filetear el pescado, que luego será vendido a los mercados locales y regionales.
En el ámbito de las comunidades pesqueras del norte del país también encontramos el ejemplo de dos asociaciones de mujeres que están aprovechando los desechos de la pesca y están produciendo abono orgánico. Ya se ha creado 3 microempresas y las municipalidades están apoyando estos emprendimientos que ayudan a incrementar el ingreso de las familias de pescadores artesanales que están sufriendo los efectos del cambio climático.
Finalmente, en la zona andina, Doña Evarista en el distrito de Lares en el Cusco, se encarga de manejar un banco de semillas que tiene más de 38 variedades de maíz. En el mundo andino, las mujeres trabajan de la mano de los hombres para preservar las técnicas ancestrales agrícolas y así proteger la biodiversidad de estas regiones.
Estos ejemplos muestran el rol de las mujeres en distintas regiones en la conservación y preservación de los ecosistemas, así como su rol en impulsar emprendimientos en economía circular. Ejemplos que también muestran que su labor empieza a ser valorada y les da un especio que no tenían dentro de sus comunidades.
La relación mujer y medio ambiente es muy fuerte, quizás por eso, también podemos apreciar que, desde la creación del Ministerio de Ambiente en 2008, ha habido 16 ministros y ministras, de los cuales 8 han sido mujeres. Quizás el porcentaje más alto entre todas las carteras del ejecutivo. Esperemos que esta especialización se siga ampliando y ayude a cerrar las brechas de ingresos entre hombres y mujeres.