Economista, PAD-Escuela de Dirección de la U. de Piura
Primero, el entorno internacional no ayudará. La recesión se aproxima para el frente norteamericano y europeo. Las bolsas continuarán ajustándose preanunciando la presencia a segmentos de tiempo depresivos. De otro lado, la desaceleración por motivos sanitarios se podría acentuar en China. Pues bien, con más del 50% del PBI mundial con vientos en contra, imposible pensar en un entorno holgado para el comercio internacional peruano y para la evolución de los precios de nuestros commodities.
Segundo, en Perú sólo se aplicarán “paliativos económicos” que algo podrían evitar a que nos acerquemos a un crecimiento exiguo del 1.5% durante el 2023, pero, nada más. Las medidas anunciadas para buscar el impulso de nuestra economía son bien intencionadas, pero son más de lo mismo de los últimos años: programas de empleo temporal, subvenciones, ampliación en los programas de soporte crediticio, cabildeos tributarios, impulso a proyectos descentralizados eternamente paralizados. Todo esto ayuda, pero no soluciona el tema central.
Tercero, la inversión no se impulsará en la medida que el ruido político y electoral continúe. El problema para el empresariado no solamente es el alcance y la fecha de nuevas elecciones generales, el problema es que, con los extremos políticos desgastados, sin institucionalidad política y electoral, sin la posibilidad de mostrar “caras confiables y decentes”, nadie apostará a grandes proyectos hasta después de conocer el resultado electoral.
Cuarto, cuando los precios de los metales no ayudan y se desacelera el proceso de creación de riqueza y empleo, es claro que se inicia la descomposición progresiva de nuestro frente externo y fiscal. Eso es lo que va a suceder. Los niveles de recaudación tributaria por el lado Renta e IGV continuarán mostrando un crecimiento desacelerado. Adicionalmente, será inevitable apreciar la reducción de los estimados superavitarios de nuestra balanza comercial. Para nuestro BCR superaban los US$14,000 millones hace seis meses atrás, en su reporte de inflación de diciembre, bordea únicamente los US$10,000 millones.
Quinto, se subestimó la naturaleza y complejidad que experimenta la inflación. En Perú se nos dijo que era transitoria y que nuestra inflación era “de lejos” una de las más bajas de la región, se nos dijo que el primer trimestre del 2023 retomábamos el rango meta de inflación, luego el segundo semestre del 2023; hoy se nos dice que hacia inicios del 2024. En concreto, el 2022 nuestra inflación estará en 8%, el próximo año podría estar en la mitad, pero nadie serio lo podrá asegurar.
Sexto, en materia cambiaria debemos estar muy alertas de dos elementos claves: la magnitud del progresivo ajuste monetario norteamericano y el tiempo en que las medidas de confinamiento chino se mantengan. Si tanto el ajuste de la tasa de referencia norteamericana se desacelera y las políticas sanitarias chinas dejan de ser en extremo restrictivas, podríamos disfrutar de un mercado cambiario sin sobresaltos mayores. Es en este punto donde la capacidad de comunicación del ente emisor debe aventurarse para orientar con inteligencia las expectativas inflacionarias.
Séptimo, un factor muy importante el 2023 va a estar ligado a la evolución y percepción de nuestro riesgo soberano. El problema de Perú no es la capacidad de pago, sino las implicancias de un entorno político y gubernamental. Con Castillo fuera del gobierno, ha mejorado la percepción de Perú y ahora difícilmente deterioraremos el BBB que ostentamos en Moody´s, Fitch y Standard&Poors. Factor a favor de las condiciones de financiamiento internacional.
Octavo, será muy difícil que el 2023 se inicie la ejecución de una política económica que, por fin, contenga un propósito estratégico. Lo “bomberil” continuará. Claro está, no se dispone del consenso político, no se dispone del conjunto de reformas estructurales eternamente pendientes, no se dispone aún de una visión del país. En ese desorden, nuestro largo plazo continuará condenado al fracaso. Seamos claros.
Noveno, urge una nueva visión empresarial. Solapando o camuflando la corrupción en ciertos segmentos, haciéndose de la “vista gorda” frente a mecanismos anti-mercado impuestos por ciertos segmentos y fomentando foros empresariales que no pasan de ser encuentros sociales ajenos a un elemental espíritu de accountability, poco lograremos. Sin un cambio y nuevos compromisos del empresariado, no cambiará el Perú.
Décimo, el 2023 deberá ser el año para crear y acompañar una nueva modalidad de presencia de todos los peruanos. Estos 201 años de república han sido carentes de la unidad nacional. Con ideologías trasnochadas y sin una visión consensuada, lo único que lograremos es reiterar 201 años de insuficiencia. Segmentar candidaturas y no mostrar caras y alternativas nuevas para el 2024 será suicida. Suicida. ¿Habremos aprendido?