Tanto el desánimo como el optimismo son contagiosos: hay que alejarse del primero y promover el segundo. (Ilustración: Carlos Lavida)
Tanto el desánimo como el optimismo son contagiosos: hay que alejarse del primero y promover el segundo. (Ilustración: Carlos Lavida)

Prendemos el televisor o la radio y nos saturan de malas noticias. Miramos alrededor y encontramos no pocas situaciones desagradables. En el país hay escaladas nefastas de delincuencia, corrupción, injusticia. Nuestros amigos o colegas nos narran sus problemas económicos, dificultades dolorosas, problemas emocionales, psicológicos, desencuentros familiares… Esto parece un cuadro surrealista, trágico y desesperante.