Si hacemos un recuento de algunas situaciones por las que atraviesa el país, el panorama puede resultar desolador: el flagelo de la corrupción se ha metido por todos lados, prostituyendo personas y entidades; cerca del 20% de la población no tiene servicio de agua o desagüe; una creciente anemia en la población infantil; carencias radicales en la atención sanitaria de buena parte de los ciudadanos; una descontrolada escalada de inseguridad; y una crisis de Gobierno y gestión pública que, muchas veces, es causa o circunstancia de lo anterior. Ciertamente, todavía tenemos un funcionamiento macroeconómico sólido, aunque gracias a la ineficacia, incapacidad y desorden de los tres últimos Gobiernos ha perdido calidad. Panorama penoso y desalentador.