Periodista
La salida del ministro de Defensa -que se dio con la “yapa” inesperada de la salida del ministro del Produce- y la permanencia de la mayoría del Gabinete –incluida la premier– nos devolvían a una especie de calma “chicha”, a la espera de lo que el presidente haría con su secretario general, y lo que el Congreso haría con los ministros de Educación y de Transportes y Comunicaciones. Lo que por cierto tampoco es poca cosa.
Pero esa aparente calma parece que durará lo que el Gobierno demora en cometer un error.
El ministro de Justicia ha puesto sobre la mesa, repentinamente y sin que exista ninguna solicitud o pedido al respecto, la posibilidad de indultar a Alberto Fujimori, después que hace muy poco nos dijo que el expresidente condenado no tenía corona y que debía ser trasladado a un penal común.
Y, por si fuera poco, y de manera sorpresiva también, la tercera vicepresidenta del Congreso ha presentado una moción para la vacancia del presidente de la República.
Son manifestaciones que no son poca cosa, aunque puedan tener destinos diferentes.
Plantear el indulto a Fujimori hoy puede tener menos resistencia que cuando lo aprobó PPK. La situación de Alberto Fujimori es más difícil desde el punto de vista de su salud; hoy el fujimorismo no está del todo derrotado, pero está debilitado; no existe el enfrentamiento en la familia Fujimori con respecto a este tema; el indulto sería aprobado por un gobierno que si bien necesita de lograr un mejor ambiente político, no está tan necesitado como lo estuvo el de PPK; y la decisión se vería más como un gesto humanitario que como una negociación.
Obviamente generará mucha resistencia y malestar en un sector, pero estas serán, comparativamente, algo menores que en aquella época; y el impacto de la medida tendrá un efecto distinto.
Lo de la vacancia es otro tema. Hay un sector muy grande de la población que quisiera vacancia ya, eso no se puede negar. Los errores de este gobierno, y su persistencia en generarlos y prolongarlos; las denuncias que se multiplican cada día sobre nombramientos y revelaciones como las de las presiones en los ascensos y en la Sunat; las idas y venidas del presidente, que un día se levanta moderado y después del almuerzo se vuelve radical; así las indefendibles situaciones creadas por varios de sus ministros; hacen que se vea con buenos ojos esta posibilidad.
También hay otro sector de la población que no está seguro de la vacancia, porque ya no quiere más inestabilidad, porque no quiere otra campaña electoral, o porque tiene la esperanza de que el presidente finalmente se “humalice” o asuma una hoja de ruta.
También está la aprobación del presidente, que si bien no es muy alta, todavía muestra una cifra que lo respalda un poco.
Pero el tema no es ese. El asunto es que no se cuenta con los votos necesarios en el Congreso, que es la única llave que puede abrir la puerta de la vacancia. Los congresistas no van a perder su estabilidad laboral, no van a regresar a sus lugares de origen a ganar la décima parte de lo que ahora ganan, y no van a perder todas las posibilidades que les da su curul.
Ha habido momentos más difíciles en estos 120 días de incertidumbre, y los congresistas no han hecho ni siquiera el intento de plantear la vacancia, ¿por qué la aprobarían hoy?
Esta moción puede intentar contar los primeros votos para medir la temperatura. Pero quizás los congresistas en este tema van a estar muy fríos.