Catedrático de las Universidades del Pacífico, UPC y UCSUR. Director de la Maestría en Tributación de la UPC
Los conocimientos mínimos y previos tributarios, deberían divulgarse desde el colegio, pues es desde sus tempranas aulas que se puede configurar y solidificar la conciencia tributaria, ese sentimiento del “deber de contribuir” que hará al ciudadano uno ético y responsable, sin que mañana tenga que ser incoado o coaccionado a pagar sus tributos por las vías forzadas, pues espontáneamente habrá de hacerlo gracias a la plena convicción de querer apoyar al país a través del cumplimiento impositivo. No será entonces más ese contribuyente catalogado de “resignado” (que paga porque es una exigencia), sino que será uno que abone sus obligaciones espontáneamente, un sujeto pasivo entonces “eficiente y colaborador”.
Pero esto no se cumple en nuestro país. La enseñanza de los tributos se da recién -si fuere el caso- en las aulas universitarias y solo para ciertas carreras.
Enseñar el Derecho Tributario tiene una importancia crucial y no solo es aplicable a los contadores y abogados. Su problemática es transversal a las áreas humanas, porque todos consumimos, generamos rentas o acumulamos riquezas, elementos que serán gravados con diversos tributos.
La concepción en cabeza de muchos es “para qué tributo, si no advierto (bajo la teoría económica del “Precio de cambio”), un actuar del Estado a favor de una persona (a través de tasas, contribuciones), o a favor de toda la colectividad (a través de impuestos). Esa suerte de “excepción de incumplimiento tributaria”, justifica -en sus distorsionadas mentes- el hecho de no pagar o, lo que es peor, el abonar menos de lo debido a través de estrategias vedadas, como aplicar la mentira (simulación), ocultar la figura gravada (elusión), o lo que es más grave, generar una defraudación, sancionada hoy en día por la Ley Penal Tributaria.
Enseñar el Derecho Tributario, es entonces no solo repetir la teoría para que ésta se memorice, sino desarrollar esta área jurídica a través de la rica casuística, generando grupos de debate y permitiendo que el alumno aterrice en la realidad bajo sentido analítico. Además, nos preguntamos qué sentido tendría el memorizar, si es el área del derecho que más cambios genera hoy en día. Lo que hay que interiorizar en el alumno son las instituciones y generar en el alumno un criterio de análisis crítico permanente.
En tal sentido, es importante que, por ejemplo, se adviertan los errores técnicos en las daciones de las normas, como las que la realidad nacional permanentemente nos muestra (caso de las exoneraciones a productos de la Canasta Básica, o la reciente rebaja al 8% del IGV a restaurantes y hoteles de las MYPES, entre otros casos); se detecten los vacíos reglamentarios, como en el caso del Sujeto sin Capacidad Operativa (SSCO), los nuevos grados de contribuyentes, o la reciente Ley que grava a las apuestas deportivas on line, y que el futuro empresario sepa mañana aplicar los principios tributarios constitucionalizados y presentes en el artículo 74° de la Carta Magna, como son el de legalidad, igualdad, no confiscatoriedad y el referido al respeto a los derechos fundamentales de la persona.
Que en base entonces al estudio de lo fiscal, el derecho de defensa sea plenamente identificado y respetado, pues es un aspecto fundamental del contribuyente; No se trata aquí -hay que aclararlo- de enseñar supuestos actos dilatorios, sino de saber aplicar los medios de defensa en el momento oportuno, a fin de que se entienda el por qué las empresas discuten -con todo derecho- presuntas deudas aún no exigibles, y no se las califique simplistamente como “entidades que no quieren pagar sus (posibles) adeudos”.
Enseñar y estudiar el Derecho Tributario es también sugerir por parte del alumno mejoras en las normas y que aquellas sean claras y sencillas. Su divulgación también le compete al Fisco; éste no debe ser calificado como una institución meramente persecutoria a los “mismos de siempre”. El contribuyente, pleno así de conocimiento, debe ser también una voz que se escuche plenamente en sus sugerencias de cambios.
El ABC de los tributos debe ser entonces ampliamente difundido, y no debe ser visto como un mundo circunscrito a ciertos especialistas (en una suerte de cónclave de “gurúes”); debe ser una rama que no genere infundados miedos, “porque se le siente muy matemática”, sino que, teniendo como base al derecho normado, se ha de nutrir siempre de la justicia, la equidad y de la búsqueda de una relación jurídica sin abusos de ninguna índole.
En suma, la enseñanza de lo tributario -a todo nivel- generará un mejor y más ético contribuyente, sólido en su accionar de cumplimiento y defensa, situación que adolece hoy nuestra sociedad y es el origen de mucha informalidad, incumplimiento y contingencias.