Gerente de Inversiones Mercados Públicos Bottom Up de AFP Integra
Quiero empezar este artículo con una pregunta: ¿las políticas y métricas ESG son igualmente aplicables en todas partes del mundo? Soy un convencido que no y que es clave diferenciar las aplicaciones entre los mercados emergentes y los desarrollados, como lo expliqué en mi columna anterior.. A continuación, elaboro sobre este punto.
Como todo en la vida, la aplicación de soluciones para resolver un problema va a depender del contexto y la perspectiva de donde se aplican. En ese sentido, en el caso de las métricas ESG, el contexto y perspectiva Latinoamericana es muy distinta a la europea, que es la fuente original de muchos de estos preceptos y métricas, por lo que su aplicación, la medición del impacto, así como los objetivos trazados no pueden ser los mismos.
Por ejemplo, hace poco, el Financial Times publicó un interesante artículo donde se visibiliza que mucho del capital con la etiqueta “sostenible” no termina invertido en mercados emergentes debido a sus bajos ratings ESG, poca información y mayores riesgos macro y políticos (2). Si bien estos son factores que los gestores deben tener en consideración al momento de tomar sus decisiones de inversión, es importante tomar en cuenta que, en Latinoamérica, los países no solo están netamente ligados a commodities, sino que, en términos de interiorizar y aplicar información ESG, aún están en proceso de asimilación. El artículo sostiene, además, que esta decisión lleva consigo una contradicción: los capitales no ingresan a mercados donde justamente se necesita más inversión a favor del cambio climático y social.
Entonces, si la inversión sostenible es tan importante para el desarrollo de los mercados emergentes y la sostenibilidad del planeta, ¿por qué no sucede? Analicemos los contextos de los países emergentes y desarrollados para entenderlo mejor.
Las diferencias son evidentes en dos aspectos. En lo económico, Latinoamérica depende de industrias extractivas, donde muchos países tienen un bajo desarrollo industrial y economías cíclicas que van en tándem con los precios de commodities como el petróleo y metales. Los montos de inversión y la generación de empleo producido para proyectos en estas industrias son bastante representativos para nuestros países y, por ende, tienen un efecto multiplicador en la economía a través de empleo directo e indirecto, recursos para programas sociales, salud, entre otros. En economías desarrolladas, ese mismo proyecto puede ser reemplazado por una inversión similar en otra industria dada la alta industrialización de estos países. Las opciones son amplias en el último, mientras que, en nuestras latitudes, no es el caso. Esto tiene dos efectos en Latinoamérica: una menor probabilidad de reasignar esa fuerza laboral en otras industrias y una mayor presión para los gobiernos para que dicho proyecto tenga beneficios tangibles de corto plazo para la población.
El segundo aspecto es lo social, en donde existe una diferencia importante en los niveles de educación de la población. En la región latinoamericana, dado el impacto económico de los proyectos y el nivel de desarrollo, las demandas sociales son más altas. En otras palabras, la población siente que “hay más en juego” y ven el diferencial de riqueza de manera más abierta. Por otro lado, en países desarrollados, la mayor homogeneidad económica y niveles de educación reducen la presión social a dichos proyectos y el enfoque responde a una preocupación más dirigida a otros aspectos como el futuro y, en este caso en particular, al clima (3).
Habiendo explicado estas grandes diferencias en enfoque y en prioridades, es importante resaltar que, en la mayor parte del mundo, ya se está cambiando la forma en cómo se invierte, teniendo una visión más a largo plazo y velando por todos los stakeholders, no solo los accionistas de las empresas. Este cambio es fundamental para la sostenibilidad del planeta.
Como inversionistas locales en Latinoamérica, nos toca un rol más activo promoviendo constructivamente los cambios progresivos hacia un mundo más sostenible, sin descuidar el potencial impacto social que esto puede traer. Prohibir o elevar el costo de las actividades que son el sustento de nuestros países tendría un impacto social y económico muy alto. La respuesta puede estar en otra ruta: aprender del corporativo y construir juntos un entorno más sostenible y apostar por tecnología que permita que estas actividades coexistan mitigando el daño al medioambiente.
El objetivo puede ser el mismo, pero la ruta no necesariamente. Nos toca pensar y luego actuar. Evitemos efectos colaterales.
- (1) “ASG: ¿Efecto colateral?” publicado en Gestión, Opinión 14/03/2021
- (2) “Making funding flows fair: Must ESG be bad news for emerging markets?” Murray, Oct. 19th, 2022
- (3) MacLeod, M. R., 2007. Financial actors and instruments in the construction of global corporate social responsibility