El comercio global está siendo afectado por una vuelta a las políticas industriales “estratégicas”, sujetas a consideraciones geopolíticas y de seguridad nacional, y también al proteccionismo duro y puro, lo que puede llevar a un comercio excluyente a países como Perú. Quizás es una respuesta a las falencias distributivas de una globalización, que si bien contribuyó al crecimiento y reducción de la pobreza global en la era de la posguerra, hoy enfrenta otras condiciones de presión que nos llevan a preguntar si estamos entrando a una era de desglobalización, como lo hace la execonomista jefe del Banco Mundial Pinelopi Goldberg en su presentación reciente en la conferencia del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES).
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Probablemente, la respuesta es que no –ella misma lo planteó en su presentación–, pero sí tenemos que pensar que las políticas comerciales, de apertura y búsqueda de mercados, siendo las más eficientes, deben venir acompañadas de una agenda de sostenibilidad en nuestras naciones, para tener impactos positivos de largo plazo. Es parte del debate académico y de los organismos multilaterales, y debería ser también parte de la agenda de desarrollo que debemos plantearnos en el Perú. ¿Hacia dónde vamos como país? ¿Qué agenda de desarrollo nos planteamos? ¿Cómo nos insertamos en la economía global aprovechando los acuerdos de libre comercio vigentes y por firmar? ¿Cómo nos convertimos en una economía resiliente a los cambios globales y generamos desarrollo?
Hoy en el comercio mundial aparecen nuevas exigencias de los socios comerciales, las relaciones económicas pasan por preocupaciones que van más allá del número y valor de las transacciones. En la actualidad, la preocupación está centrada en la sostenibilidad y sus tres columnas: económica, social y ambiental. Lo demandan los compradores que buscan que los bienes y servicios que consumen no provengan de lugares donde hay trabajo infantil o trabajo forzoso, o donde la huella de carbono es extendida, o las empresas que buscan cumplir con los requisitos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG por sus siglas en inglés) cuando emiten un bono, solicitan un crédito o salen al mercado de capitales. Estas exigencias aparecen ahora en los propios organismos gubernamentales que norman a sus empresas para que vigilen sus cadenas de proveeduría y cumplan con estas obligaciones, un ejemplo de ello es la normativa de debida diligencia, de la Unión Europea. ¿Está Perú preparado para atender estas nuevas condiciones?
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Al respecto, nos puede dar “luces” el recientemente publicado Índice de Comercio Sostenible 2023, desarrollado por la Fundación Hinrich y el Instituto de Competitividad del IMD Bussines School, que miden a 30 importantes economías en su habilidad de participar en el sistema de comercio global, permitiendo su capacidad de sostener un crecimiento económico de largo plazo, lograr desarrollo social y protección ambiental, a la vez. Perú está incluido en la medición, ocupando el puesto 21, apareciendo en el tercio inferior de la evaluación. Cuando se observan los pilares, el Perú aparece estable en el puesto 20 en el pilar económico, 23 en el ambiental, mejorando dos posiciones respecto al 2022, y el social en el puesto 20, retrocediendo cinco posiciones. En el pilar económico destaca en liberalización comercial y apertura a las inversiones, estando en los primeros lugares –no retrocedamos en eso–, pero cojea en costos logísticos, percepción de corrupción y en innovación tecnológica; lo que encarece nuestra capacidad de aprovechar los TLC. En ambiental destaca por los compromisos con convenciones internacionales con altos estándares ambientales en el comercio, pero está en posiciones bajas en emisiones, deforestación y en la alta concentración de exportaciones en recursos naturales –se requiere una mayor diversificación exportadora con menor impacto en el ambiente–. Finalmente, en el ámbito social, ranquea bien en estándares laborales que se aplican a los sectores formales, incluyendo la no discriminación de género al contratar, pero bajos en el control del trabajo infantil y el trabajo forzoso –demasiada informalidad–, además de su débil evaluación en estabilidad política, violencia e igualdad en el desarrollo.
Este año que se realiza APEC en Perú, es un momento oportuno de revisión de la política nacional de comercio exterior y de planeamiento con el nuevo PENX (Plan Estratégico Nacional Exportador) para introducir los criterios de sostenibilidad mencionados y poner el mayor esfuerzo en los espacios donde tenemos menor calificación. Se requiere, sin embargo, de un trabajo multisectorial para lograrlo y un diálogo honesto, sin prejuicios entre los actores públicos, privados y de la sociedad civil para llevarlo a cabo. No perdamos el tren de la historia y generemos oportunidades y bienestar a través de un comercio sostenible.
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