Periodista
En muy pocos días Pedro Castillo se convertirá en el tercer presidente que en apenas 4 años deberá afrontar un proceso de vacancia.
A primera vista, no habría los votos para vacarlo, porque hay muchos congresistas muy cercanos al Gobierno por una u otra razón, y porque hay varios parlamentarios que sienten que los siguientes serían ellos.
Sin embargo, las últimas manifestaciones del jefe de Estado “anunciando” una campaña demoledora contra el Gobierno; y las acciones desesperadas del principal operador político del Ejecutivo –el primer ministro- para forzar una reunión del Acuerdo Nacional -con la que muy pocos están de acuerdo- nos estarían mostrando nerviosismo y temor.
En virtud a ello, es válido que reiteremos una pregunta que hemos hecho muchas veces aquí, y que ni la oposición –en conjunto o por separado-, ni algún líder con algo de visión, han sabido responder con esa claridad y capacidad que podrían convencer y movilizar a esa ciudadanía que harta de tanta posición personalista y hasta sectaria, prefiere que se vayan todos: ¿y después de vacar a Castillo, qué?
A estas alturas, en lo único que parece haber consenso es en que Pedro Castillo, por el bien del país y de todos nosotros, no puede ni debe seguir al frente de la Presidencia. A partir de ahí, todo es nebuloso.
En realidad, las preguntas que todos los actores políticos deben responder hoy frontalmente son: ¿quieren vacar solo al Presidente; o quieren, en realidad, un cambio de gobierno?. Esto, por ejemplo, es algo en lo que la oposición, de todos los colores, no se pone de acuerdo, o no lo quiere decir.
Muchos dan por descontado que si cae el presidente, también cae la vicepresidenta, sea porque la vacan también, o porque la pueden obligar a renunciar. Y no creemos que sea tan fácil, salvo que alguien tenga una verdadera “bomba” contra ella. La vicepresidenta no es Pedro Castillo. ¿Qué pasa si Dina Boluarte asume la presidencia y convoca a un gabinete de “ancha base”, firma una “hoja de ruta”, o se desmarca de Perú Libre y pasa al centro?
El sueño de muchos es que se vayan todos. Es lo que quiere también Francisco Sagasti, aunque lo envuelva de otra manera, y después de decir hace muy poco que la vacancia era una aberración, y que Pedro Castillo debía terminar su mandato. Sagasti también pasa por encima de los actuales recursos constitucionales y de la sucesión que lo llevó a él a una presidencia transitoria, y propone una reforma constitucional con nombre propio para que se vayan todos, que implica un largo camino a seguir, y que abriría la puerta a futuros cambios constitucionales ad hoc, quien sabe con qué intenciones.
Si el que no distingue el bien del mal, y el que nombra a ministros y funcionarios que están destruyendo el Estado es el presidente, lo más fácil y lo más rápido es promover el voto por la vacancia.
Si lo que se quiere es cambiar de gobierno, eso requiere de un acuerdo político que “convenza” a Dina Boluarte que su presencia es insostenible.
Y si lo que se quiere es que se vayan todos, lo más rápido es promover un acuerdo político entre las bancadas, que son las que finalmente van a tener que aprobar la reforma constitucional para “autodisolverse”, adelantando las elecciones presidenciales y congresales, obviando así el largo camino de la recolección de firmas y todo lo demás.
¿Quién puede promover ese acuerdo político?, obviamente no puede ser Sagasti, que tampoco puede liderar la recolección de firmas, porque todos pensarían que sus iniciativas buscan tener pronto la oportunidad de postular a la Presidencia.
Responder claramente a pregunta de qué se busca realmente, puede marcar la diferencia.