Periodista
En casi 14 meses Pedro Castillo ha dado varios giros en su actuación política, que le han permitido -hasta ahora- seguir ocupando Palacio de Gobierno, y enfrentar a una oposición sin ideas ni recursos.
La campaña electoral nos trajo a un Pedro Castillo radical, que pretendía mostrar un cierto sustento ideológico prestado del plan de gobierno de Perú Libre y con algo de su cosecha en ciertos temas.
Una vez en el cargo, luego de varios encontronazos con su primer premier y de recibir las primeras críticas gruesas, quiso mostrar una cierta moderación y alguna distancia de Vladimir Cerrón, y asimiló a su gobierno a Mirtha Vásquez, menos radical en las formas, pero con coincidencias en los temas centrales.
Esa relación nunca se solidificó y ese giro duró poco. Pedro Castillo ascendió a Aníbal Torres, y asumieron, como gobierno, un estilo confrontacional y de enfrentamiento abierto con la prensa y otros sectores, ante los destapes y denuncias periodísticas que mostraban, cada vez con mayor contundencia, los oscuros y cuestionables manejos en el Gobierno.
A raíz de la agudización de la crisis política y el cerco fiscal, el presidente, ahora acompañado de su premier y de buena parte del Ejecutivo, vuelve a una posición radical y populista, aunque esta vez ya no con pretensiones o contenido “ideológico” o “programático”, sino con la intención de polarizar más el país, llevando al extremo la dicotomía pobres-ricos, blancos-cholos, empresarios-trabajadores, limeños-provincianos, soliviantando y tratando de despertar resentimientos de todo tipo, con el fin de ganar tiempo y evitar su caída.
Con este último giro, al que se le quiere dar la forma de lucha reivindicativa similar al discurso de campaña electoral, pero que en realidad es un recurso con interés personal y una maniobra de supervivencia, el presidente recupera la atención y la identificación de una parte de esa población que esperaba de él un gobierno verdaderamente radical, y que se sintió traicionada cuando Pedro Castillo parecía dejar de lado las promesas de campaña.
Una parte de la población del sur vuelve a apoyarlo, y en los niveles socioeconómicos pobres y más necesitados de las ciudades más grandes hay quienes vuelven a prestarle atención.
Con estos giros, todos improvisados y generados únicamente por la dramática situación diaria que viene arrinconando al presidente y al gobierno cada semana y hasta cada día, le ha sido suficiente al Ejecutivo para ganarle la partida semanal al Congreso y a la oposición.
Pero también le ha permitido al Gobierno poner en marcha varios puntos de su agenda, y tratar de controlar varios sectores y actividades como: Educación y la Derrama Magisterial; Transportes; Agricultura (a pesar de la nefasta gestión de un ministro que ni siquiera puede cumplir con la única tarea que se le encomendó, comprar urea, y que no es interpelado por el Congreso para explicar y ser sancionado por tamaña ineficiencia); Trabajo; las actividades cocaleras, y ahora la Policía Nacional del Perú.
El Gobierno con poco y malo, avanza; mientras el Congreso y la oposición, con mucho a su favor, no han hecho nada.