(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Periodista

Muchos países en varias partes del mundo están sufriendo la ahora llamada “tercera ola”, un lamentable nuevo impulso de los contagios y los fallecimientos debido al covid y sus variantes.

Esto los está llevando a decretar nuevamente y confinamientos en diversas regiones de cada país. Incluso a pesar de que, en algunos casos, se ha avanzado mucho en el proceso de vacunación, como en Chile.

¿Puede el Perú ser la excepción? No lo fue para la segunda ola, ¿por qué lo sería ahora con la tercera? El problema es que el Gobierno parece haber creído que sí podía serlo –como ocurrió con la segunda – y, muy confiado, a pesar que las tenues señales de mejora no eran contundentes ni determinantes, relajó las medidas en Lima y en otros lugares.

Apenas horas después, el mismo presidente dijo que estábamos en un intervalo entre la segunda y la tercera ola, admitiendo el delicado riesgo, y con la justificación de la Semana Santa nos vuelve a encerrar por cuatro días, apenas dos semanas después de levantada la casi inútil anterior.

¿Es bueno para la lucha contra el virus decretar cuarentenas y levantarlas cada mes?, ¿es bueno para la economía abrirla y cerrarla cada mes o cada quince días?

La mayoría de especialistas médicos señalan que el Gobierno no acierta con sus medidas sanitarias, ni en la prevención ni en la atención. Y parece evidente, porque no hay resultados positivos claros, a pesar de que, precisamente, podría ser una ventaja –aunque suene fuerte– que las olas lleguen al Perú después de desarrollarse en otros lugares. ¿Algo deberíamos de aprender, no? Lamentablemente, apenas los indicadores bajan casi marginalmente, ya se canta victoria y se actúa como si ya se hubiese hecho retroceder al covid.

Y en lo económico, no creemos que sea una solución, aunque sea parcial, el anunciar aperturas, para luego de quince días anunciar cierres totales, aunque sea por pocos días. Poner en marcha o reabrir un negocio no es cuestión solo de abrir o cerrar una puerta.

Parece mentira que hasta ahora no se entienda que nada hay más dañino que la incertidumbre y las marchas y contramarchas.

Nadie dice que es fácil atacar a este mal. Pero las tendencias mundiales van dando la alarma sobre lo que no se debe hacer. Lo malo es que a pesar de esas advertencias, el Gobierno hace precisamente eso –abre fronteras, relaja pruebas y medidas, promueve el traslado de personas de una región de alerta extrema a otra de nivel medio – y obtiene los mismos resultados que los otros países, ola tras ola.

¿Un año después podemos seguir en el ensayo y error? Nos exigen a los peruanos sacrificios extremos o muy grandes, pero como los resultados no son los que se necesitan, o las medidas no las que se necesitan o las oportunas, nos encierran. Ellos fallan y a nosotros nos castigan.

¿Debemos acostumbrarnos a que nos manden a nuestro cuarto cada vez que las cosas no les resultan?

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