Vicepresidente Ejecutivo de Inversiones de Rimac Seguros
El final de la Guerra Fría trajo la convicción de que la confrontación entre diferentes sistemas de gobierno y de conducción de la economía había llegado a su fin. En 1992, Francis Fukuyama, politólogo estadounidense, publicó “El Fin de la Historia y el Último Hombre”. En ese Libro, se postulaba la idea de que la Democracia Liberal y el Capitalismo se habían impuesto como las formas ideales de gobierno y de organización económica.
El fin de la Guerra Fría fue seguido por un largo período de paz y de integración comercial, financiera y política que fue denominado “La Globalización”. Este proceso alcanzó su máxima velocidad cuando China se incorporó a la organización mundial de comercio en diciembre de 2001 y dio inicio a un período de crecimiento económico global basado en la formación de cadenas internacionales de suministro y en la eliminación paulatina de las restricciones al comercio y a los flujos de capital. El desarrollo de las tecnologías digitales y de las comunicaciones favoreció este proceso que permitió una masiva reducción en los niveles de pobreza a nivel global (de 26% a 19% desde 2001 a 2008). Este proceso de Globalización alcanzó su punto máximo en 2008, año en el que se produjo la Crisis Financiera Internacional (CFI) y desde entonces, tal y como lo revela el índice de comercio exterior, el grado de Globalización se ha venido reduciendo paulatinamente.
Fukuyama esperaba que todas las naciones adoptasen el modelo occidental paulatinamente; sin embargo, las semillas de las que surgiría el final de esta “pax americana” se estaban sembrando de manera simultánea con el fortalecimiento del control político de la sociedad en naciones como China y Rusia. Estas crearon una alternativa que combina una economía capitalista con intervención estatal con un sistema político de partido único que se conoce como “Capitalismo de Estado”. Uno de los puntos máximos de la consolidación de este modelo se alcanzó cuando 20 años después de asumir el control político de Hong Kong en 1997, China revirtió su promesa de mantener el sistema democrático liberal que imperó en esa nación durante la colonia británica.
La Crisis Financiera Internacional puso en evidencia la vulnerabilidad de un sistema financiero integrado globalmente. Al culminar esta crisis, el grado de integración global había retrocedido en 14% con respecto a su nivel máximo en 2008.
La CFI fue solamente el primero de los grandes desafíos que experimentó el mundo globalizado. En 2010, vino la Crisis de la Deuda Europea (CDE) que subrayó que las naciones altamente endeudadas también eran vulnerables. Incluso si estas figuraban entre las naciones más ricas del mundo. Al terminar la CDE, el grado de integración había retrocedido 7% más.
Cuando China se integró a la Organización Mundial de Comercio, era una de las naciones más rezagadas en términos de crecimiento económico. A pesar de concentrar el 21% de la población mundial, sus ingresos eran equivalentes al 4% del ingreso global, la octava parte de la economía de los Estados Unidos. En 2016, China representaba el 15% del ingreso global y ya era considerada como un rival de magnitud para la economía más grande del mundo. Sin embargo, China mantenía restricciones a la inversión extranjera y a la libre importación de bienes en su territorio. Estas políticas y las políticas proteccionistas desarrolladas por la administración republicana de los EE.UU. en respuesta desataron una guerra comercial entre los EE.UU. y China que sería el tercer gran golpe que recibiría la globalización. De manera casi simultánea, en 2016 surgiría en el Reino Unido el deseo de abandonar la Unión Europea. Como resultado de estos procesos el grado de integración global cayó 2.5% de 2018 a 2019.
En 2020, la pandemia del COVID-19 subrayó los peligros que surgen de una población integrada y la vulnerabilidad que surge de la integración global de las cadenas de suministro; finalmente, treinta años después de que Fukuyama soñara con una “pax americana” indefinida, ha estallado una guerra de dimensiones considerables en Ucrania que es una manifestación más del conflicto entre ambos sistemas alternativos. La polarización resultante de esta guerra es, posiblemente, el golpe más severo que reciba el ya dañado proceso de globalización.