Analista económico
Mientras en el mundo tecnológico hoy se va desarrollando la “inteligencia artificial”, con múltiples usos que cambiarán la forma de vida de la humanidad, en el Perú prima la “inteligencia embustera” que está llevando a la clase media al empobrecimiento.
Las principales instituciones del Estado funcionan deficientemente. Ello trae serias consecuencias negativas a la economía, que se van arraigando. Nos estamos acostumbrando a una nueva normalidad donde la corrupción, la ineptitud y los escándalos en la gestión pública se consideran conductas normales, y no nos alarman y se recurre a la indiferencia.
Hoy se muestran cifras para todos los gustos, algunos usados veladamente por el gobierno para convencernos de que estamos bien, mientras la realidad nos corrobora que estamos mal, y que vamos a empeorar. Lo cierto es que la pobreza y la extrema pobreza están aumentando.
La clase media que se había desarrollado significativamente en las dos últimas décadas se va abatiendo. Cientos de miles de familias que habían salido de la pobreza están de regreso a ese penoso estrato.
Su patrimonio se desvaloriza y va consumiendo sus ahorros paulatinamente. Muchos ya se gastaron lo que retiraron de sus AFP y CTS o lo que tenían en sus cuentas de ahorros o en fondos mutuos. El nivel de endeudamiento de la clase media sube y ya los bancos muestran un incremento en la morosidad en los pagos de los préstamos dados.
La clase media, ante la falta de fondos, restringe sus gastos a límites exasperantes. Come menos, baja la calidad de sus alimentos, y las ollas comunes se expanden. Si tiene alguna habilidad culinaria inventa un negocio familiar que ayude a cubrir el presupuesto hogareño.
No puede curar sus enfermedades y las sobrelleva con dolor y dificultades. Cambia de colegio a sus hijos a otros de menor categoría, y recorta sus gastos en diversiones. Si tiene auto y se ha quedado desempleado se pone a taxear o lo hace en horas adicionales a su trabajo para añadir algún ingreso.
También, vende su inmueble y se va a vivir a la casa de sus hijos o de sus padres. Algunos apelan a alquilar habitaciones de su vivienda. Crece el número de inquilinos que no pagan su renta, dejando al propietario en dificultades, tanto por la falta de ingresos como por tener que gastar en juicios para que le devuelvan el inmueble.
Difieren el reemplazo de autos, celulares y artefactos eléctricos que han agotado su vida útil. Suspende la compra de seguros tomando riesgos ahora no cubiertos. Pero hasta toda esa obligada austeridad no es suficiente.
La baja de demanda de bienes y servicios de las familias va resquebrajando la posibilidad de sobrevivir de muchas pequeñas empresas, mientras las medianas y grandes ven su rentabilidad disminuida. En ese camino muchas personas pierden sus empleos, pasando a trabajar en labores eventuales que no cubre sus gastos personales básicos y engrosando la alta informalidad en el país.
La clase media sufre adicionalmente la alta inflación, que va a perdurar, al menos, un año adicional. Ello porque hay un desconcertante babel interno y factores externos que están impactando al Perú. Siguen elevados los precios de los alimentos, el petróleo y diversos insumos y bienes que importa el país.
La disminución de la demanda, ante la falta de medios para comprar, ayudará a moderar la inflación en el Perú, aunque seguirá fuera del rango meta del BCR (1-3%) en el bienio 2022-2023. El BCR tendrá un dilema para cumplir su única misión: la de preservar la estabilidad monetaria, lo que no se está cumpliendo.
El BCR, recientemente siguió subiendo su tasa de interés de referencia, aunque sofrenando su ritmo de incremento a la mitad de meses anteriores, pese a que persiste una alta inflación. Para ello argumenta los impactos externos de los alimentos y energía, los conflictos internacionales, y que ya existe una tendencia interna a que la inflación inició su descenso.
Aunque el BCR tiene una buena reputación como ente técnico y autónomo, es criticable que no considere como factor de la inflación al caos político vigente. Lo soslaya, entrecierra los ojos. Se debe tener en cuenta que, ante cualquier escenario para zafar del entrampamiento político habría, de toda forma, un periodo prolongado de inestabilidad e incertidumbre.
Y tras cuernos palos. La intensa inflación que están padeciendo las grandes superpotencias, está provocando que sus bancos centrales aumenten agresivamente sus tasas de interés de referencia. Ello impulsará un crecimiento nulo o negativo de sus países durante el bienio mencionado, y una recesión global que impactará negativamente al Perú por múltiples vías.
La estanflación generalizada, podría generar una disminución de los ingresos tributarios e el 2023, especialmente el proveniente de las empresas mineras que sufren de una exagerada presión social, impulsada por el propio gobierno.
En suma, la clase media empobrecida tendrá serias dificultades para atender sus necesidades de alimentación, vivienda, salud, educación y seguridad. Mala época que pagaremos con la tuya y con la mía.