Universidad del Pacífico
La literatura vinculada al crecimiento económico y los factores que influyen sobre este es bastante amplia. Como sugirió alguna vez Robert Lucas Jr., Premio Nobel de Economía del año 1995, “una vez que se empieza a pensar en el crecimiento es difícil pensar en otra cosa”. Esto es muy relevante para el caso de nuestro país en este momento. Estamos en el umbral de una nueva era que no sabemos si será beneficiosa o adversa para el país. La apuesta la van ganando los que apuestan por el lado negativo si vemos los últimos acontecimientos.
Por eso debemos poner las cosas en perspectiva. El objetivo final de las políticas públicas es beneficiar al ciudadano. Esto implica varias cosas, la primera de ellas es que el crecimiento económico debe impulsarse porque es, a lo largo de la historia reciente, el único camino para incrementar los ingresos de las personas, crear empleos decentes y, consiguientemente, reducir la pobreza. A la par de ello, con el crecimiento se generan los recursos para atender las demandas de la población, acceso a la educación, salud y protección de grupos vulnerables.
Para ello es importante incentivar todo tipo de inversión: privada y pública. La primera es, en la totalidad de economías de mercado, la mayoritaria y la que genera empleo y actividad económica que termina impactando en los ingresos fiscales. La inversión pública, por su lado, genera efectos importantes en grupos aislados que pueden integrarse a los circuitos económicos y acceder a servicios públicos inexistentes previamente. Por otro lado, permite mejorar la competitividad de la economía y facilita la inversión privada. Todos los esfuerzos de gasto en infraestructura dan un impulso inicial que después es reforzado por el incremento de la inversión privada y entramos en un círculo virtuoso donde el mayor gasto del Estado genera mayor gasto privado y así sucesivamente.
Esto nos debe llamar la atención debido a que la inversión privada es fuente de innovación y de adopción de buenas prácticas internacionales. En este esfuerzo debe colaborar el Estado también. Este es uno de los casos en donde la complementariedad entre el sector privado y el público es clave para la mejora en el conocimiento y la tecnología que utilicemos.
Todos estos elementos afectan la productividad que es la capacidad de producción que tiene una economía cuando se combinan los distintos factores utilizados como trabajo, capital, insumos, etc. La productividad depende, a su vez, de una serie de factores como la institucionalidad, el ambiente, el sistema financiero, la apertura comercial entre otros. Esto es lo que debemos fortalecer en el mediano y largo plazo porque permitirá consolidar el proceso de crecimiento que se ha observado en lo que va del siglo.
De allí lo importante que es consolidar estos aspectos para el bienestar de la presente y futuras generaciones. Por ello, cualquier evento que afecte la mejora de la productividad nos pasará la factura, no solo ahora, sino en el largo plazo.
La incertidumbre política que observamos en estos días en el país no ayuda para nada en este proceso de crecimiento, sino que lo debilita y afecta seriamente la capacidad de generación de riqueza que impulsa el desarrollo de los países. Es necesario mejorar la capacidad de distribuir esa riqueza a través de presupuesto público y otros mecanismos, pero no podemos darnos el lujo de seguir minando el futuro de nuestros hijos. Son varios años de inestabilidad política que nos está pasando ya la factura, y es muy fácil perder el dinamismo, pero aún más difícil retomar la senda de crecimiento.