Universidad del Pacífico
Ahora que estamos en plena tercera ola de esta enfermedad que enluta muchos hogares debemos detenernos a pensar en los costos económicos que genera. Las vidas perdidas no tienen precio indudablemente y aquellos que queden con secuelas disminuirán sus ingresos por un tiempo en el que seguro necesitarán acceder a terapias y controles que serán costosos. En este mismo diario hace tres días mencionaba que el costo de una cama UCI en una clínica local puede llegar a costar US$ 1,200 por día y que el tiempo promedio de estancia en una Unidad de Cuidados Intensivos era de tres semanas aproximadamente.
Esto nos da una idea del esfuerzo económico y el shock que puede representar para una familia de escasos recursos si es que tienen un familiar que pasa a una fase avanzada del COVID. Y esto puede ocurrir entre las personas vacunadas, no solo en las no vacunadas. En el caso de este último grupo que, según las cifras oficiales, son el 90% de las personas internadas en unidades de cuidados intensivos vemos que los costos que implican para la sociedad son fuertes. El sistema de salud pública está saturado y la capacidad de atender las demandas es limitada. Esto tiene un componente de inequidad porque las personas de bajos ingresos o que no cuenten con un seguro privado de salud no podrán atenderse. Así se pierden vidas que pueden afectar el destino de una familia si es que dicha persona era el principal generador de ingresos que permitía subsistir a dicha familia. Las cifras de huérfanos debido a que sus padres han fallecido por la pandemia son elevadas en el Perú.
Todo lo anterior nos debe llevar a pensar en políticas efectivas y campañas de vacunación más agresivas. Es cierto que el 80% de la población ya recibió sus dos dosis y se va avanzando con la tercera dosis, pero la meta debería ser llegar al 100%. Por otro lado, desde este mes se iniciará la vacunación a los niños que permitirá que el año escolar pueda empezar de manera presencial en el mes de marzo con una mayor seguridad.
Por otro lado, tenemos a la población que en muchos casos no respeta las normas que se han establecido para evitar la propagación del virus que se ha visto en los últimos días del año. Desde reuniones hasta playas con gente en días de prohibición. Algo que debemos empezar a hacer los peruanos es a respetar la Ley a pesar de que estemos en desacuerdo. Esa es la base de tener una sociedad sana que permita que se construyan instituciones. Es imposible controlar a todas las personas, pero debemos tener, los que cumplimos las reglas, la capacidad de sancionar socialmente a quienes no cumplen las normas. Solo apelando a la conciencia de las personas y de la importancia del cuidado se podrá reducir la ola de contagios.
El Estado tiene una tarea muy recargada en el presente y en el futuro. Debe reforzar la atención de la salud en todos sus niveles. Los déficits que observamos son fuertes. Por ejemplo, se anuncia que existen sitios que hacen las pruebas moleculares y la gente acude y estamos viendo que la cantidad no es suficiente. Se anuncia que se va a contratar más personal, pero hasta ahora no se hace. La variante ómicron parece ser menos letal que las demás variantes, pero debemos estar preparados para otras posibles olas o enfermedades que pueden aparecer más adelante. Esto es algo que debe estar primero en la agenda del Estado buscando optimizar el gasto que se hace en salud y haciendo que la oferta de servicios se adecue al perfil epidemiológico de la población y ser más prospectivo y no reactivo.